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el mundo fragmentado

Itaca

Adiós, depresión. En busca de la felicidad razonable.

Enrique Rojas.

Ediciones Temas de Hoy. Madrid,2006.  

Enrique Rojas es Catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid. Es también director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas de Madrid y Presidente de Alianza para la Depresión .Pertenece a la generación de médicos humanistas que tanta tradición ha tenido en Europa .Premio Conde de Cartagena de la Real Academia de Medicina de Madrid por sus trabajos sobre la Depresión, y Médico Humanista del Año(1995). Su trabajo se ha orientado en dos direcciones :la investigación clínica, con estudios sobre la ansiedad, la depresión y los trastornos de personalidad; y los ensayos en los que ha abordado el amor, el desamor, la voluntad, la sexualidad, la felicidad y el mundo de los deseos.

 La depresión es la enfermedad de la tristeza. Cabalgan en su interior un abanico de sentimientos negativos que nos agobian, como la pena, la melancolía, el desencanto, la desilusión, el abatimiento, la falta de ganas y energías y todo eso acompañado de un lenguaje propio, de un estilo diverso y único a la vez, heterogéneo y homogéneo, amplio y concreto, que ofrece un muestrario de síntomas de una enorme riqueza, adentrándose en otros campos de la medicina.

La definición académica sitúa esta enfermedad como el síndrome caracterizado por una tristeza profunda y la inhibición de casi todas las funciones psicológicas, que da lugar a cinco series de síntomas:físicos, psicológicos,de conducta, cognitivos, asertivos y sociales.

Al hablar de Depresión no nos situamos frente a una enfermedad de bordes definidos, sino a un trastorno que puede manifestarse de muchas formas, pues afecta a lo más profundo del ser humano y cada uno guarda en su seno un estilo propio e irrepetible cuyas características se manifiestan tanto en su personalidad como en los trastornos que sufre. …… prefiero hablar de depresiones en plural, incluyendo en el término las alteraciones puramente psicológicas como las que tienen su origen en un problema de tipo bioquímico…………Constituye la gran epidemia de las sociedades modernas…………..han existido siempre, pero hoy conocemos mejor sus mecanismos de funcionamiento y hasta kla manera de tratarlas……Las depresiones evolucionan…………podemos observar diferencias notables con las que se veían hace veinte otreinta años.Lo fundamental de las depresiones de hoy se consideraba secundario en las antiguas…………………..El psiquiatra y el psicólogo actuales deben sumergirse en la frondosidad del problema si quieren establecer un diagnóstico correcto. .Dado que los diferentes tipos de depresión pueden asociarse entre sí y compartir síntomas, el ropaje con el que se presentan puede ser muy variado e incluso asociarse a otras enfermedades que , en principio, nada tienen que ver. Esta asociación es lo que denominamos comorbilidad. …. La enfermedad psíquica, igual que la somática, es algo vivo en perpetuo movimiento, como la propia persona. Así pues el diagnóstico nunca debe ser entendido como una cosa inamovible o un destino definitivo…………….La observación es la clave de los avances, anterior a cualquier hipótesis de trabajo.

El que no ha padecido una auténtica depresión no sabe realmente lo que es la tristeza, uno de los sentimientos más complejos en el ámbito de la psicología, siempre escoltado por la pena, el desconsuelo,,el abatimiento, la melancolía, el verse sumido en un paisaje interior negativo con serias dificultades para proyectarse hacia el futuro.

La vida es una operación que se realiza hacia delante……………. Es el perfeccionamiento de la persona lo que nos lleva a la felicidad….Hay tres aspectos que se constituyen en antagónicos de la tristeza: el placer, la alegría y la felicidad…………….La felicidad está en alcanzar la máxima cima posible para cada cual, por medio de una verdadera ingenieria de la conducta.

DECALOGO CONTRA LA TRISTEZA.

…..La auténtica felicidad no es un estado prefecto y permanente, sino un balance existencial positivo.Los altibajos, frustraciones, dificultades, sinsabores,errores, etc son inevitables y en la mejor de las vidas todo eso asoma en distintas dosis y circunstancias.En nuestra mano está el saber enceuzar esos fracasos y aprovecharlos como experiencia de la que se deben sacar enseñanzas..

 1.- La felicidad como proyecto.LA FELICIDA ABSOLUTA NO EXISTE.Hay que aspirarn a una felicidad razonable, en donde amor, trabajo y cultura dan lo mejor de sí mismos……………La cultura es libertad: ES LA ESTÉTICA DE LA INTELIGENCIA. También el privilegio del conocimiento vivido. La cultura es la artesania del conocimiento, un saber de cinco estrellas que humaniza al ser humano y lo mejora mediante la ética y la estética.2.- Saber tomarse las cosas de la vida con sentido del humor.3.- Conocerse a sí mismo…Conocer las aptitudes y saber las limitaciones. Ambas apuntan hacia la consecución de un mejor equilibrio psicológico, en donde la armonia la llamada por los griegos ataraxia, sea un punto de referencia hacia donde dirigirse. Este es un proceso complejo, alegre y doloroso, de pulir,,quitar,añadir,mejorar,afinar aspectos,vertientes, aristas y zonas de cada uno para redondear la personalidad y la vida.Una persona madura es un gran antídoto contra la depresión.4.-Desarrollar lenguajes interiores positivos5.-Fortalecer la voluntad. Voluntad es capacidad para aplazar la recompensa.Si hay una voluntad recia, aparece la lucidez del perdedor, que consiste en volver a empezar y poner de nuevo sobre la mesa los propósitos a alcanzar.6.-Saber superar las crisi de la vida…….Comprendernos a nosotros mismos, tener capacidad para rectificar,perdonarnos a nosotros mismos, saber que el tiempo cura casi todas las heridas.7.- Tener una concepción correcta del tiempo.Que pasado, presente y futuro formen una ecuación sana, equilibrada,armónica. Una persona madura es aquella que vive instalada en el presente;tiene asumido y superado su pasado con todo lo que eso significa y vive empapada y abierta hacia el porvenir.8.-Tener el apoyo de la familia y los amigos………La familia debe ser el recinto privado en donde se aprende a amar y donde mejor se siente uno comprendido………. La amistad, que no es otra cosa que donación,confidencia y complementariedad.9.-Recurrir al psiquiatra cuando sea necesario………….Aquel que debe ser especialista en humanidad, pero con rigor científico y con psicología, ciencia y arte…Hay que seguir las pautas terapeúticas diseñadas por el psiquiatra, tomar la medicación prescrita, cumplir las directrices apuntadas, hacer los controles de análisis propuestos, no dejar la medicación por voluntad propia, ni automedicarse. Es preciso recurrir al psicólogo siempre que sea necesario y saber que su labor es muy positiva, pues debe conocer lo que sucede dentro de cada uno.10.- Búsqueda del sentido de la vida. Sentido quiere decir tres cosas: Dirección.Hacia donde vamos, de dónde venimos. Conocer y amar la verdad, lo que permanece por debajo del oleaje que ruge y se embravece…………. Dirección con dos segmentos:el microsentido del día a día,scarle elmáximo partido a cada jornada, viviendo intensamente el momento; y el macrosentido, descubrir una visiónlarga de la jugada.

Contenido:deben hospedarse dentro de nosotros los grandes temas de la vida:amor,trabajo,cultura,amistad…Estructura,que existan dentro de nosotros el menor número de contradicciones internas, que busquemos la coherencia de vida, que se de una buena armonia entre lo que pienso y lo que hago.

 Vivimos en una sociedad que tiene prisa, pero que muchas veces no sabe adónde va, perdida en lo fundamental, en un frenesí hedonista que se devora así mismo.Buscar los valores que no se pasan con el tiempo y vivirlos, luchar por vivirlos, esa es la clave.Así es más fáicil combatir la tristeza, sus túneles y las emboscadas que ella nos prepara para dejarnos atrapados en sus redes.

TREINTA AÑOS.

TREINTA AÑOS.

Aquella situación le provocaba un infinito cansancio. Ya no tenía fuerzas para encarar los hechos. Treinta años se habían ocupado de convertirlo en un ritual, en una costumbre.Al principio afloraba un atisbo de sentir que podía perder su dignidad de persona, no ya de hombre, pero tenía una enorme dificultad para encontrar la respuesta, ni siquiera la adecuada, simplemente una respuesta.Treinta años de continuas agresiones, de constantes reproches, de recordarle lo que hubiera podido ser y no fue, fueron minándolo hasta llevarlo a la parálisis absoluta. Se limitaba a guardar silencio una vez más y salir de la habitación como única forma de ponerse un poco a salvo. Treinta años, repitiéndose en silencio, algún día seré capaz, ella no es la dueña de mi vida. Siempre como un aguijón clavada la sombra de la duda, a base de permitir ese repetitivo discurso “sólo eres un fracasado”, un hombre sin agallas igual que tu padre, por lo menos él tuvo el valor al final de volarse la tapa de los sesos.Treinta años habían momificado su cerebro, detenido su memoria en aquel desvalido niño que bebía el tazón de leche recién ordeñada acompañado de su particular nana, el sonido aterrador del viento columpiando las contraventanas de madera de aquel viejo caserón perdido en las montañas.Treinta años compartidos con su mejor compañera. Ella sin reproches lo acompañaba a cazar, adentrarse en la maleza, encender una cálida fogata y contemplar el arco iris, envuelto en una manta con la espalda sostenida sobre el más viejo de los robles.Treinta años cuyo único error había consistido en aceptar los hechos, heredar aquellas pocas hectáreas y hacerse cargo del rebaño. Aquel era su lugar. En la ciudad, en la fábrica se sentiría perdido. Allí todos los días serían iguales y no podría hablar con las águilas.Treinta años de despedidas dolorosas provocadas por el imán de la ciudad. Un hasta pronto indefinido de sus pocos amigos, alguna novia y numerosos vecinos de la aldea.Treinta años de contemplar: la labor de la carcoma sobre los bancos del coro de la ermita, la paciencia de las cigüeñas hasta tapar por completo con sus nidos la silueta erguida de la espadaña, el silencio atronador de la ausencia de chiquillos en la pequeña plaza.Nada de eso constituía un reproche, en su pequeña medida podría haber sido feliz. Era ella, quién cada día alimentada por sus propias frustraciones, por su enfermiza insatisfacción, se encargaba de recordarle lo que podía haber sido y no fue.La vieja siempre vivió al amparo de sueños que debían satisfacer otros, primero su padre y luego él. Podría haberse marchado con su hija, pero esa “zorra” también le falló, emigró a Europa y aquello quedaba demasiado lejos para ella. La vieja no podía permitirse abandonarlo a él, siendo un varón sin amancebar, que además cuidaba de aquel envenenado rebaño, única fuente de sus escasos ingresos.La vieja tenía como misión redentora y de madre poner orden en sus vidas, a fin de cuentas sólo vivía para ellos. Igual que vivió para su padre. El siempre tuvo el refugio del alcohol y el calor de la Gabriela, que dejó su impronta en la aldea, repartiendo ternura para cuantos querían compartirla. Al poco de morir ella, su padre también enfermo se voló la tapa de los sesos.El también en su juventud tuvo “su Gabriela”. Un mal día le comunicó que abandonaba el pueblo, que si se marchaba con ella, que en la fábrica podrían criar mejor a los hijos que vinieran, que el trabajo sería menos duro, que allí sólo se quedarían los viejos, que ya no podía más…………….El mejor que nadie la entendió, pero se negó a marcharse. Se despidieron sin un reproche.Ya no echaba de menos a ninguna Gabriela. No necesitaba la compañía de una hembra para escupir sus impulsos. Ya no recordaba lo que era el calor si no se lo ofrecía su fogata.Aquella mañana tras el ritual de siempre, mientras la vieja se consumía en su sarta de reproches, al tiempo que le ponía el tazón de leche por delante, se sacudió por dentro ese cansancio de treinta años. Ni siquiera percibía el sabor del rencor, el olor de la venganza, el sonido plano de la indiferencia. Se limitó a sujetarle con fuerza la mano que envenenaba el tazón y mirándola fijamente a los ojos le advirtió en voz baja: ahora sí ya sé que algún día seré capaz de hacerlo                

ENCUENTRO

ENCUENTRO

Lo reconoció nada más verlo entrar en aquel bar. Se cruzaron sus miradas un segundo .Temió no ser reconocida. Se encontraba en esa difícil edad, cuando “de casi todo hace ya veinte años”.No era una metáfora literaria, hacía veintiún  años que no se encontraban cara a cara.A lo largo de su vida Adela había tenido que echar mano de muchas cajas rusas Algunas tan bien guardadas, que casi había tenido que sepultarlas a la fuerza. Esta caja fue la primera, apenas recién cumplidos treinta años. Ni ella misma imaginaba semejante huracán de emociones. A lo largo de los años algún que otro momento de nostalgia, al amparo de una canción, de una película, de una experiencia vivida, pero siempre se trataba del recuerdo. Ahora Adela lo tenía delante, podía llamarlo, hablarle, abrazarle si él se dejaba.Con el corazón a mil, antes de que se alejara para siempre, se atrevió a pronunciar su nombre en voz alta. Antes de salir él se volvió y se fundieron ambos en un abrazo.El encuentro fue breve, él debía marcharse .Le pidió el teléfono y le dijo que la llamaría. Era un día de otoño lluvioso. Abandonó el bar y se dirigió a su casa llorando abrigada por su paraguas.No era pena, ni nostalgia, era recuperar por un momento su querida caja rusa sepultada., porque aquella caja rusa tuvo que sepultarla. Jamás se hizo añicos, ni se desgastó con el paso del tiempo, simplemente entendió que en aquel difícil momento de su vida, lo mejor era guardarla.El tenía veinte años .Empezaba a vivir y Adela decidió convertir aquella vivencia en su primera caja rusa. No imaginaba cuánto iba a conmoverla con el paso de los años.Desde que se atrevió a destaparla, grabó en su retina su cara y su mirada. En tantos años ni siquiera le había quedado el consuelo de una foto, para aquellos días de nostalgia.Se sorprendió buscando en el mercado de Internet “su música”. Toda aquella música que en veinte años le hacía sin proponérselo recordar su amada caja rusa sepultada. Inundó el teclado de lágrimas y dio las gracias al azar por aquel encuentro.Se moría de ganas de volverlo a ver, pero si él no la llamaba, de igual manera estaba agradecida por la oportunidad de aquel abrazo.Siempre supo cuánto sufrió ella. Cuál fue el precio de sepultar su primera amada .caja rusa.Nunca tuvo la oportunidad de saber cuánto habría sufrido él.Al menos con aquel encuentro le quedaría para siempre una mirada, un cálido abrazo y un haberse sentido recordada. La certeza de no resultar indiferente, de despertar afecto y arrancar ternura.A estas alturas de su vida, ese jueves de esa fecha el calendario le había hecho un precioso regalo.Sus arrugas, su celulitis, su cuerpo esculpido con el paso de los años, seguía siendo el mismo, pero ese encuentro le había proporcionado gratis una liposucción vital.Adela se encontraba en un momento dulce de su vida. Apenas algunos años antes había pasado por un agitado Tsunami No aprendía, no se cansaba, necesitaba alimentar su corazón más que su estómago y de aquella digestión salió mal parada, se quebró como el mármol y sufrió una larga convalecencia.Renunció a sentir, echó mano de la morfina de la indiferencia, del analgésico del miedo y se dio una larga tregua.El encuentro se produjo en su justo momento. Ya recuperadas sus heridas, lamidas a lo largo de años como la felina más constante, arañaba salvajemente si sentía invadido su territorio, incluso si se trataba de dulces recuerdos.En este momento de su vida se permitía sentir. Su patrimonio afectivo era rico. Poca familia ya, pero bien avenidos, unos pocos amigos del alma y bastantes amigas, conformaban su guardia pretoriana.No necesitaba desesperadamente un amor de hombre, un amante, un novio y mucho menos un marido. Convivía en buena armonía con la soledad de vivir sola, que no de estar sola, eran cosas muy diferentes.Ella también había conocido la soledad a dos, que es la peor de todas Aunque no era, nunca lo fue , una devoradora de hombres, su autoestima había llegado a ese plácido lugar donde confiesas que has vivido y que aún quedan ganas de disfrutar lo que ofrece el presente, sin hacer largos planes de futuro.Adela era cabezonamente agnóstica, en su juventud radicalmente atea. Justo el día anterior de este encuentro visitó una ermita, siempre lugar mágico, de un hermoso pueblo de la sierra. Depositó una velita, cual si fuese cubana, para alimentar que le fuera concedido un deseo, recuperar su ajetreado corazón, ya cansado de guardar tantas cajas rusas y permitirse dibujar a carboncillo una emoción fuerte, que actuase como antídoto a la mordedura de la indiferencia, de las corazas de acero protectoras, de los bozales propiciadores de lo conveniente y razonado. Isis se lo concedió.Adela se prometió volver a aquella ermita para dar las gracias, para contribuir al culto de no vaciar el sentimiento, de empaparse de la vida como en un tropical aguacero.Aún es otoño y Adela disfruta de la lluvia, que en su ciudad se convierte cuando cae en tormenta borrascosa acompañada por fuertes ráfagas de viento.Aún no ha llegado el invierno.Cuando el frío muerda en la piel protegerá su cara y abrigará su cuerpo con el calor desprendido por una vieja caja rusa destapada, su primera amada caja rusa y encenderá velas y varillas de incienso para iluminar la vivencia del recuerdo.      

EL OLVIDO

EL OLVIDO

El único síntoma era un envolvente sudor frío acompañado siempre de una profunda sensación de vértigo. No recordaba la primera vez que debió echar mano de tal recurso ante la necesidad de dar respuesta a una pregunta inoportuna, ante una secreta confesión al oído de una complicidad no buscada, ante un arranque de sinceridad ajena no demandada. Hubiera preferido volar. No carecía de alas.

El viajero que ocupaba el asiento contiguo se limitó a musitar, “he olvidado en qué parada debo bajarme”. El libro comenzó a temblarle entre sus manos, un sabor amargo acompañado de una intensa salivación inundó su boca, ya notaba la espalda empapada adherida al asiento, los goterones se expandían lentamente atravesando los surcos de su cara enrojecida. Los asideros para los peatones de a pie iniciaron una danza macabra como en una ceremonia de budú.Levantó la vista, observó a aquel tipo y lo encontró mirando relajadamente por la ventana sin el menor atisbo de preocupación. Decidió no moverse en tanto no lo hiciera su acompañante. La voz irónica del conductor resonó en todo el vehículo como emitida desde un megáfono. ”Señores, final de trayecto”. Aquel tipo se incorporó y con extremada lentitud se dirigió a la puerta de bajada. Una vez en la calle con paso decidido, como quien sabe perfectamente a donde va, dobló la esquina y a los pocos metros se detuvo ante un ciber-café, cuyo único anfitrión era un joven latinoamericano con cara de pocos amigos y acumuladas horas de cansancio. El desconocido, como en un ritual que a todas luces le resultaba familiar, escribió en el buscador avanzado del Google “lugares perdidos”. En la pantalla asomó una nota. “No se encontró dicha página. Pruebe a introducir todos los datos”. El desconocido escribió “casas perdidas”. De nuevo la misma respuesta. ”Tal vez quiso decir cosas perdidas” Tras darle a intro una larga lista inundó la pantalla. Casi al final leyó: www.desempolvarmemoria.com. Pulsó el ratón. Tras permanecer ensimismado un buen rato, se levantó, pagó la consulta y el agua mineral, se caló el sombrero y musitó “hasta luego”.La curiosidad ante semejante espectáculo había mitigado por completo sus síntomas. Aquel tipo simplemente musitó. No le había demandado ayuda, incluso tenía que estarle agradecido. No recordaba ningún acontecimiento que hubiera suscitado de semejante forma su interés desde hacía tiempo.De nuevo en la calle con paso firme el desconocido cruzó el semáforo y tomó la dirección del parque que se divisaba en la manzana próxima. En el interior, se detuvo ante el estanque, contempló un buen rato los cisnes y enfiló una pequeña calle que le condujo a una glorieta, donde en animado silencio varias personas disfrutaban de la lectura proporcionada por ejemplares dispuestos sobre unos anaqueles de cerámica. Cuando tuvo entre sus manos “El laberinto en la otra esquina”tomó asiento al amparo de un magnolio.El también sacó su libro del bolso de mano y recuperó la página interrumpida. No lograba concentrarse. Era la primera vez que pisaba aquel barrio y aquel parque .El autobús jamás tenía otro destino que la parada más próxima a su casa .Había olvidado por completo lo que significaba dejarse llevar por un buen paseo.Al cabo de una hora el desconocido depositó el laberinto sobre el estante, contempló a modo de despedida el árbol que le había dado cobijo, tomó prestado un jazmín, de cuyo olor fue disfrutando hasta toparse con la salida del parque. En la esquina le esperaba de nuevo otro autobús.Atónito observó que tomaba el mismo número que la vez anterior, aunque en sentido inverso. Volvió a parapetarse en su libro tras volver a sentarse en el asiento contiguo al desconocido. A la siguiente parada éste de nuevo musitó: sería bueno que regresara algún otro día al parque. “Regresara”. ¿Hablaba el desconocido consigo mismo o se refería a él?. Aquello poco importaba en ese momento. Toda su atención se concentraba en contemplar el final de aquella historia. A mitad de trayecto el desconocido se dispuso a salir. En la parada preguntó a una joven ¿Queda lejos la calle sabiduría? Es la paralela a ésta, pero es larga, depende de la altura a la que Usted vaya. De nuevo musitó  “he olvidado la altura a la que voy, ya se verá”.Desde lejos lo divisó entrar en un portal tras llamar al portero electrónico.Se sorprendió a sí mismo musitando “he olvidado por completo que tenía cita en el ambulatorio. Mejor haber conocido aquel parque”.Tras inundar de objetos el perchero de entrada, el ritual parsimonioso de lavado de manos a fondo con el antibactericida de la cocina. Calentó en el microondas las verduras preparadas la noche anterior. Junto al vaso de agua medio lleno,  la fila de grageas convenidas para el almuerzo. Esa tarde en compañía del programa de la radio añoró a su vecino. Había olvidado lo que significaba “echar de menos”. 

A LA OTRA ORILLA.

A LA OTRA ORILLA.  

Me desperté creyendo que estaba en La Habana y Olguita, la camarera del Hotel Plaza, golpeaba con sus nudillos la puerta, dispuesta a adornar mi cama con un cisne de felpa blanca. Pero no, no estaba en Cuba. Los amaneceres son muy diferentes a la otra orilla del Atlántico.

La hora del desayuno tocaba a su fín .El tiempo que podía invertir en utilizar el comedor resultaba incalculable .En este detalle sí me parecía estar en Cuba.

Llegué “just in time” al desayuno. Me esperaba una mesa libre.¡Augurio de un feliz día!

Café, leche, pan tostado y mermeladas varias sobre el mantel de cuadros, bordado a manchas. Apuré las últimas caladas del cigarrillo y me dispuse a emprender el rito iniciático que me había llevado allí: bajar a la playa.

El mar me esperaba a una distancia lo suficientemente larga para ir a pié. ¡Adiós  adorada sombra del parking! En los futuros días estaría condenada a achicharrarme bajo el sol abrasador y dentro de mi coche.

En apenas dos minutos que duró el trayecto, afloró esa nostalgia de las pequeñas cosas La silla de playa, alta, enjuta, de loneta a rayas decidió hacer rabona esa mañana y quedarse escondida tomando el fresco mañanero, al amparo del toldo  de la terraza de la habitación del hotel.

Miré mi reloj, las doce del mediodía . Abrazaba una tumbona conseguida a cambio de diez euros, protegida por un chamizo de cañas, toneladas de aceite bronceador y unas gafas de sol.

La felicidad no es un estado permanente, ni siquiera para los imbéciles. Es una sensación, un fantasmita, un soplo.

Llegaron mis vecinos de tumbona. El abuelo, la abuela, el padre, la madre y dos criaturas que me saludaron llenando de arena mi toalla y mi espalda. Los abuelos con una sabiduría esculpida en años nada más llegar se durmieron. El viejo roncaba. El padre , instalado en el único espacio libre entre la enorme nevera portátil  y el resto de la familia , intentaba leer. De cuando en cuando amenizaba su lectura entonando la nueva canción del verano ¡Niños estaos quietos, que a la próxima os caliento!.

Yo soñaba con que a esas criaturas les gustase el agua, jugar con las olas, corretear por la orilla, levantar húmedos castillitos de arena....Nada de eso .No se movieron de mi lado en todo el tiempo. Resultaron ser de secano .Dije adiós al mar y allí seguían.

Llegué ilesa al coche .Cientos de peregrinos iniciaban el camino de vuelta en dirección al parking.

A las dos y media crucé de nuevo el umbral del comedor .Sólo era cuestión de abrirse paso entre aquella multitud hambrienta, que cambiaba la sopa boba por un vaso de gazpacho, y conseguir una mesa libre.

A las tres y media, tras competir denodadamente en el buffet libre, logré poner a buen recaudo de aquellas alimañas una ensalada alemana, una ternera en su jugo, lo del jugo era metafórico y unas natillas. Tuve que compartir mesa con otro solitario, tras llegar a un pacto culinario para ocupar conjuntamente mesa y así evitar las enfurecidas críticas de la mayoría decididamente partidaria de que ocupar en soledad una mesa constituía un crimen. Numeroso comentarios” si viajan solos, se coman un bocadillo en la tumbona”. Mi partenaire era alemán. Apenas cruzamos las necesarias frases en inglés para devorar rápidamente aquellas viandas, pues todavía había gente esperando mesa.

Era la primera vez y la última que elegía aquel sitio, aquel hotel y aquella forma de pasar mis vacaciones Un pack “todo incluido”: piscina, clases de Aerobic, hora feliz, orquesta nocturna, cercano a la playa, al campo de golf y con privilegiadas vistas. Es cierto que en la lejanía se divisaban gaviotas y que en el plano figuraba cercano un protegido parque natural.

Si terminas de comer a semejantes horas y defiendes la buena costumbre de la siesta, descarta disfrutar de la playa por la tarde, a no ser que con preclara inteligencia, optes por  aterrizar por la orilla a la hora de la puesta de sol. La fisonomía del paisaje cambia por completo. Cada centímetro de arena perfectamente delimitado en pequeños compartimentos, a modo de estadios de fútbol donde poder jugar al fútbol-playa, al voleiball, mientras audiciones de música a toda pastilla provenientes de modernos compactos amenizaban los inicios de la botellona.

El único hueco, donde poder ponerse a salvo de aquella marabunta, eran las rocas. Salpicaba de vez en cuando la marea , al golpear contra ellas, pero siempre resultaba lo menos molesto .Disponías de unos segundos de intimidad y cierto aislamiento.

Cuando la marea subió lo suficiente para obligarme a remangar mis pantalones a la altura de las rodillas, poner a salvo mis sandalias y mi bolsa, decidí retornar a la gran manzana: un pueblecito costero que mutaba sus escasos mil habitantes de invierno por cientos de miles en los meses de canícula.

Opté por caminar en dirección al hotel .Fue tan sólo divisar el edificio del comedor para que mi mente levantase una imaginaria pancarta con el lema” no más hambre” .Me dirigí al bar del hotel y consumí una cerveza y una bolsa de pistachos.

Las habitaciones eran confortables. Me senté en la terraza dispuesta a saborear una buen libro. Esa sería mi única cena.

Mis vecinos de habitación tuvieron la misma idea Un matrimonio de mediana edad a los que tan sólo en un día llegué a conocer como en toda una vida .Desde el baño, la cama y ahora desde la terraza, daban móvil en mano el parte de cuanto les ocurría a sus hijos, familiares y amigos. En esta ocasión ella hablaba con la suegra:”Sí, sí, todo estupendo. La comida abundante, el servicio atento, la playita cerca .Qué falta nos hacía descansar. ”Llegué a dudar si compartíamos el mismo hotel, si habíamos elegido el mismo lugar de vacaciones, si no habrían sido abducidos durante el día a algún esotérico lugar.

Naturalmente no lograba concentrarme en la lectura y además tenía el estómago vacío .Escasa recompensa a cambio para vestirme de nuevo y bajar al bar por una bolsa de pistachos.

Imaginé mi próximo día de vacaciones, al tiempo que contemplaba fíjamente la sillita de playa, aunque sin intención de comérmela. Me entró tal llantina, debía ser el hambre, que tuve que refugiarme en el interior de la habitación para evitar preguntas escabrosas por parte de mis vecinos. No se mantendrían al margen .Ellos seguro preguntarían.

Sin darme cuenta mientras emitía gemidos y devoraba lágrimas , en apenas diez minutos había recogido todo mi equipaje. Abandoné aquella habitación, me dirigía al parking y dispuse en perfecto orden mi maletero.

Sentada al volante en compañía de Vivaldi, con el aire acondicionado a tope, me detuve en la gasolinera y llené el deposito. Me esperaba un largo viaje de placer.

Otro pack, “todo incluido”:ciudad despoblada, reducción de atascos, facilidad para acceder a espectáculos, nada de ruidos, tranquilas visitas al supermercado sin necesidad de prisas, ausencia de continuas llamadas telefónicas, uso alternativo del ordenador, cervezas solitarias en el bar de la esquina. De nuevo mis ojos se llenaron de lágrimas y no precisamente por perderle el cariño a setecientos euros. Un mal día lo tiene cualquiera. El que elegí semejante forma de pasar las vacaciones no fue afortunado. Pero todos alguna vez en nuestras vidas sucumbimos ante “ella”, la dichosa frase, “No hacer nada y que me pongan todo por delante”.

Mereció la pena conducir quinientos kilómetros en busca de la otra orilla .Mi privilegiada, exclusiva, personal e intransferible Marina Dors, ciudad de vacaciones me esperaba con los semáforos abiertos.

Nada mejor al regresar de un largo viaje que devorar una buena lata de Melva en aceite de oliva, regada con una cerveza fría, desparramada sobre el sillón de casa, imaginando olas, rocas, gaviotas y golfistas a cientos de kilómetros, solitaria en el bloque, con los ascensores siempre libres a mi completa disposición, contemplando un excelente reportaje de” la dos” sobre el lince ibérico de aquel protegido parque natural.

EL ARPA DE BOCA

EL ARPA DE BOCA

Bajó las escaleras de ese antiguo edificio, casi en ruinas, con la intención de no regresar jamás, como tantas otras veces. Nada  más salir a la calle, el tiempo suficiente para percibir la humedad del otoño en su ciudad, le asaltaba la certeza de que regresaría al menos una vez al mes. A ella le embargaba la misma sensación con cada último beso de despedida definitiva, no en vano compartían semejante ritual desde hacía veinte años. Ninguno de los dos vivía pensando que llegara ese momento puntual, lo habían incorporado a sus vidas como ver un rato la televisión, disfrutar de una buena lectura o contemplar un aguacero. La cita variaba en función de cuándo se produjera la llamada de él, no por eso nadie vivía a remolque, simplemente él siempre había llevado la iniciativa desde el principio y así las cosas habían funcionado. Cada cual continuaba su vida, familia, trabajo, amistades, hobbys. No aspiraron jamás a dilatar esas horas dedicadas en exclusividad el uno al otro. La necesidad de despedidas definitivas afianzó con el tiempo aún más aquella relación, autoconvencidos de que con sólo pronunciar el definitivo adiós convertirían sus encuentros en algo extraordinario, en una promesa implícita de la imposibilidad de fallarse el uno al otro. Se conocieron un día de lluvia, de los muchos que les regalaba la ciudad donde ambos vivían. Al salir de la tienda él la cobijó bajo su paraguas el tiempo suficiente hasta llegar a la estación. Tomaron el mismo metro, bajaron en la misma parada. Fue ella quien primero sacó su arpa de boca de la pequeña funda y comenzó a tocar. Sin pensárselo él tomó a continuación la suya y la siguió durante todo el trayecto. Al abandonar el vagón un tierno beso de despedida. Un par de horas resultaban suficientes. Sobraban ensayos y partituras .En veinte años no pronunciaron palabra. Hubieran roto la magia de la improvisación, la armonía de sus composiciones. Se trataba de un regalo, no había monedas a cambio por parte de los viajeros. Descubrieron juntos el placer de alimentar sonidos .Así se fueron conociendo, descubriendo sus estados de ánimo, el progreso de sus destrezas, el paso del tiempo en sus vidas. Nada concertado de antemano, tan sólo un día y una hora aproximada para sus citas, el amor por el mismo instrumento, la necesidad de componer libremente un rato y no hacerlo en soledad, la afición por otra forma de diálogo consigo mismo y con los demás. Al final un tierno beso de despedida  cada vez más dulce, más añejo, más sabio, encubridor de tantas horas disfrutadas, al amparo de una desesperada despedida definitiva.

Salvador

Salvador

Ayer tarde, mientras se disputaba el derby,Sevilla-Betis, fui al cine a ver la película de Manuel Huerga. El 2 de Marzo de 1974 ( yo tenía 21 años), el joven militante del Movimiento Ibérico de Liberación,Salvador Puig Antich, se convirtió en el último preso político ejecutado en España mediante “garrote vil”. La película narra su historia y la de los intentos desesperados de su familia, compañeros y abogados por evitar su ejecución.

Hacía tiempo que una película no me producía tal llantina. Reviví mi memoria histórica: la manifestación a la que asistí en contra de su ejecución, los escarceos sexuales con mi primer novio en un lavadero de una azotea de un inmueble, alquilado con unos amigos para poder tener algo de intimidad, al amparo de la voz de Leonard Cohen, que sonaba bien pese a salir de un antiquísimo pick up; las sonoras broncas con mi padre, que al igual que tantos de aquella generación, incluido el padre de Salvador convivieron siempre presos de la palabra “miedo”; mi identificación con el personaje porque mi ideología y colaboración política, jamás fui militante, servían de vehículo para mi espíritu rebelde, para mi sentido de la justicia. Treinta y dos años después afortunadamente han cambiado bastantes cosas en nuestro país, aunque siguen totalmente vigentes en una parte de “nuestra aldea global”.

Se da la paradoja de que con mi actual edad, aunque con diferentes matices, también siento miedo, como mi padre entonces. En el camino se quedó gran parte de mi rebeldía, pero no se ha modificado sustancialmente mi sentido de la justicia .Los valores que entonces defendía han cambiado de destinatarios, pero continúan estando plenamente vigentes, porque las ideas contra las que me rebelaba con la fuerza de los veintiún años desgraciadamente me las vomitan a la cara diariamente en este mundo globalizado, en esta Europa y en esta España. Estoy de acuerdo con Zapatero que la actual derecha “democrática” me recuerda demasiado a la vieja extrema derecha; Me dan miedo los Azebes y Zaplana y sus clónicos; Me dan miedo “ los demócratas de izquierda desde hace dos días y también los de toda la vida “ instalados al precio que sea, incluido el de la corrupción y la pérdida de identidad , en el poder. Me da miedo la indiferencia ante la verdadera génesis, quedándonos siempre en lo anedótico, de problemas tales como la licitud de matar en nombre de dios, de la patria, de un sistema.

Estoy radicalmente en contra de la pena de muerte y estoy radicalmente en contra de que un ser humano se inmole y muera “revolucionariamente” por defender sus ideas. No creo en un dios que me de la vida y por ello no tenga derecho a quitármela y a quitarla, simplemente sigo creyendo como Celaya en el poder de la palabra. Sostengo como Máximo que “El hombre es un hombre para el hombre y con eso ya tiene bastante” .No nos llevaremos más que el haber sido “hombres” para con nosotros mismos y para con los otros hombres .Al igual que Saramago escribió magníficamente sobre “el factor dios” , yo y otros muchos nos esforzamos diariamente por construir vitalmente “nuestro factor hombre”. Con la experiencia vital hemos aprendido que ser de izquierdas, progresistas y hasta revolucionarios consiste la mayoría de las veces en resistir como en una barricada ante tanta imposición mediática sobre lo conveniente, convenido, razonable y razonado, haciéndonos olvidar que es un privilegio ejercitar el propio cerebro, sostenido por los propios valores y las personales e intransferibles neuronas. Vds perdonen pero no necesito para tener claras mis ideas de un Benedicto XVI, de un Fidel Castro, de un Buch, de un Zapatero, de un Rajoy, de un periódico en concreto se llame EL PAIS O EL ABC, no soy de marcas, ni de etiquetas, en treinta y dos años he podido comprobar cómo muchas se desteñían y proliferaban estupendas imitaciones. Sólo se que el pasado sábado Silvio Rodríguez llenó el Auditorio de Sevilla y me dio alegría, que en la película Salvador también había mucha gente joven, que en mi ciudad ya es normal homenajear a Cernuda, a Francisco Ayala, que pese a que suponga un desastrillo de los ya establecidos objetivos transversales, se defienda una asignatura como Educación para la Convivencia , ya que  nos olvidamos de La Etica, que cada día haya más gente que consideremos que defender nuestra ciudad es algo más que tener que ser semanasantera o feriante, que ahí sigue Leonard Cohen, que para echar un buen rato no haya que alquilar lavaderos casi clandestinos, que teñir canas no significa en absoluto que cualquiera tiempo pasado fue mejor, que cada vez más se difunde la costumbre de abandonar un libro en algún lugar para que otro lo lea.

Hoy prefiero pasar por alto lo negativo. Ya me deprimí bastante cuando me enteré que El Betis había perdido con el Sevilla después de ir ganando. Con la edad se aprende que a diferencia de entonces que “el fútbol era el opio del pueblo” seguir animando al Betis puede convertirse en un acto absolutamente progre, teniendo en cuenta que servidora es absolutamente contraria al sistema Lopera.

El porvenir de mi pasado

El porvenir de mi pasado

Le salvaron de aquel naufragio las largas horas pasadas en compañía de Mario Benedetti. Era reincidente en su fracaso, pero tenía en contra el peso de la edad. Esa edad en la que ya parece que no tienes derecho a merecer. Incluso discutió una tarde con su querido amigo Mario y tan sólo rescató de él su receta para no sucumbir a la tentación del precipicio:   “La mejor solución para no sucumbir a la tentación del precipicio es el fornicio”. La llevó a rajatabla, cómo si de un régimen se tratase. Se fabricó su coraza afectiva evitando la corta distancia y se abandonó a no sentir. El amor era un invento necesario como tantos otros para poder seguir viviendo, patrimonio de los poetas para tener algo que decir. Enamorarse era un estado de enajenación mental transitorio necesario para mentes puritanas, incapaces de practicar el sexo por el sexo, un atributo asignado como tantos otros por conveniencia masculina a la esencia de la mujer. Se hizo una liposucción vital , nada de blanduras ni terneces. Dejar la más mínima huella estaba prohibido, ni siquiera se permitía olvidar un simple cepillo de dientes, ni qué decir que a la inversa sucedía lo mismo. Sus citas siempre eran a través del chat, resultaba más cómodo, era más fácil mentir sin mirar a los ojos y rápidamente se podía ir al grano .Durante dos años estuvo enganchada a los ligeros libertinajes sabáticos, asépticos, gimnásticos y orgásmicos. Su autoestima atravesaba uno de sus mejores momentos, jamás como ahora había sido una devoradora de hombres y jamás soltaba las riendas .Un mal día, cosas de la edad, se revolucionaron sus hormonas hasta tal punto que, tomando una copa por la noche en el pub donde se habían citado empezó a notar un tic en su ojo izquierdo en cuanto empezó a sonar la voz de Elton John, sintió una presión atroz en el pecho, comenzaron a temblarle las piernas y necesitó vomitar. Sentada en la taza del water mientras terminaba “Nikita” rompió a llorar. Al cabo de un buen rato tras recomponerse el maquillaje se disculpó por su indisposición y se marchó a su casa. Necesitaba compulsivamente oir una y otra vez esa canción. ¡Años sin escucharla, cuando antes no podía vivir sin ella! Se tomó un Orfidal, se tumbó en la cama y de nuevo compulsivamente necesitó patalear toda su rabia sobre el colchón. Cuando se sintió más tranquila decidió tomar un baño de sales relajantes, mientras llenaba la bañera encendió velas de agua, varillas de incienso, puso de nuevo aquella canción y su cuerpo comenzó a dejarse llevar por el ritmo de la música, abrazó fuertemente sus hombros, se miró en el espejo y reconoció una mirada diferente, más cálida. Fue por un gin tónic y metida en la bañera, con los ojos cerrados se acordó de él. Rescató del olvido las miradas, las caricias, los silencios de un ayer que sabía tanto a vida de un ahora que tan sólo eran recuerdos. La nostalgia derramó su perfume de cama compartida, de cena preparada ,de compac repetido, de calles paseadas. La pasión le devolvió una sonrisa para salvar del fuego ya apagado la belleza derrochada en loca prisa de un vivir a dos ilusionado. La ternura con paciencia le sedujo a entender a su razón con emociones a sentir su corazón con argumentos. Cubierta de espuma, saltó en busca de su amigo Benedetti y a la luz de las velas y el olor del incienso poco a poco, aunque no sin miedo, dejó salir a flote su sensualidad. En medio del baño al sonido de Don,t go breaking my heart comenzó a bailar, columpiando su pelvis, acariciando su vientre, contemplando sus patas de gallo, admirando sus tetas, ya habían dejado de estar ligeramente inclinadas hacia arriba, prometiéndose no más liposucciones,  deseosa de nuevos libertinajes sabáticos, de juguetonas sonrisas verticales, de miradas profundas, de borrachera de olores, de susurros al oido, de ofrecer cavernas cariñosas.......... de no olvidar el porvenir de su pasado.

Mario Benedetti

DIOS NOS LIBRE DE SALVADORES.

DIOS NOS LIBRE DE SALVADORES.

Siempre me dieron miedo “LOS SALVADORES” por su populismo y demagogia barata. Nací bética, como nací de raza blanca.A los pocos días de ver este mundo me hizo mi padre socia del Real Betis Balompié. Desde entonces hasta hoy he tenido que convivir con este hereditario gen en las buenas y en las malas épocas. Mi gen consiste en ser accionista, socia, aficionada y seguidora del Real Betis Balompié, un club histórico, con solera y filosofía vital adquirida a lo largo del tiempo, con el concurso principalmente de su afición, sus jugadores, sus entrenadores y hasta a veces de sus presidentes y gestores. Peino ya canas y soy de la generación del Villamarín cuando todos los béticos, de gol, de fondo, de preferencia y ahora de voladizo, teníamos una identidad .Naturalmente sabíamos quien era nuestro Presidente, pero eso era lo de menos, por encima de todo estaba El CLUB y no conocíamos más estrellas que las que demostraban su valía sobre el terreno de juego. Tras convertirnos en Sociedad Anónima aprendimos que El Betis era algo más que un club, algo mucho más importante que un club, algo mucho más importante que su afición, sus jugadores o sus entrenadores. El Betis pasaba a tener un dueño, un accionista mayoritario, pero era normal, los tiempos habían cambiado y la sociedad debía modernizarse, como toda Sociedad Anónima tendría un equipo de gestores, una organización moderna con una distribución de funciones para diferentes áreas de competencia. Sus accionistas, cada uno dentro de sus posibilidades económicas y sus socios, tendríamos derecho a estar informados sobre la marcha de dicha Sociedad y se daría cuenta de un balance de resultados en lo económico y en lo deportivo. Pasado el tiempo no cabe la menor duda de que nos equivocamos quien así pensábamos. El Real Betis Balompié no es hoy en día una Sociedad Anónima. Su Presidente, Salvador,Accionista Mayoritario,Dueño y Señor forman con el CLUB un “totum revolutum”. Aunque se trate de una expresión latina es muy fácil de entender: ¿Cuál es la situación económica real del Club? ¿De quién es el campo? ¿De quienes son los jugadores?¿Dónde va el beneficio de la venta de jugadores?El día, resumiendo, que se marche el actual Presidente ¿Con qué situación nos despertaremos los béticos en lo que se refiere al patrimonio del CLUB?.Los béticos sabemos adaptarnos y seguir con nuestro equipo, de ahí el “MANQUE PIERDA”, pero eso es una cosa y otra muy diferente que nos tomen por tontos. Que nos tomen por súbditos a los que no hay que rendir la más mínima explicación y dar cuenta de su responsabilidad por parte de sus dirigentes. No nos equivoquemos para muchos afortunadamente la estrella sigue siendo EL CLUB. Somos Béticos por encima de todo, por mucho que desde hace años y poco a poco nos hayan querido ir captando para esta especie de Secta, en la que o somos Loperianos o no somos nada, porque no contamos para nada.El Betis es un club, una Sociedad Anónima, no el Cortijo privado de su Accionista Mayoritario. Los tiempos de los caciques pasaron a la historia. No se gestiona lo mismo un cortijo que una Sociedad Anónima del siglo XXI, así nos va. Fui a Madrid a celebrar la Copa del Rey y grité enfervorizadamente, hasta quedarme afónica ¡VIVA EL BETIS!, al igual que hice en tiempos de otros Presidentes. ¡Ya me gustaría gritar además, Viva EL SR LOPERA, no tendría el más mínimo inconveniente, señal de que sería un buen gestor. Pero Vds perdonen lo de Viva Don Manuel díficilmente lo grite nunca, porque tiene un tono “cortijero”, “salvador”, “personalista”,”populista” y lo que es peor demagógico, que no entra en mis entendederas. Como dice Antonio Burgos “manque a Lopera”. Sigo siendo muy pequeña accionista, he renovado mi abono, me alegraré de que la situación del club mejore, lo apoyaré y no dejaré de ser socia si las cosas van mal, pero no me pidan que todo esto se confunda con ser ilusa o idiota.

UN REGALO

UN REGALO La vida me ha devuelto hoy en forma de bombones de chocolate el sabor de las caricias de mi infancia, enfundada en unas botas katiuskas, disfrutando del chapoteo de los charcos de una calle con olor a barrio y de juegos bajo el frescor del tacto de un zaguán inundado de azulejos de colores y suelo de mármol blanco, adornado con cromos de angelitos rubios, recortables de muñecas, canicas de cristal , un coche de pedales de plástico amarillo, propiedad de mi amigo Silverito, y una portería de madera donde esconderse para jugar al un, dos , tres, pollito inglés.

La ilusión se escribe 'al margen' de un libro

Alumnos publican con su profesora del taller de escritura de Arteaula, la novelista Nerea Riesco, un libro de 63 relatos

PILAR CHOZA  -  Sevilla
EL PAÍS - 09-06-2006

Es la segunda vez que publican un libro juntos. Los 13 autores de Al margen de la página presentan 63 relatos de diversos temas y estilos, nacidos de la clase semanal de dos horas que comparten en la academia Arteaula bajo la tutela de la escritora Nerea Riesco. "La clase va más allá de la cita semanal. Muchas veces, quedamos para compartir ideas y textos. Estoy muy ilusionado con este libro", afirma José Manuel Gómez Baena, miembro del aula de creación literaria y ganador de dos premios de escritura a raíz de su participación en este taller.

Gómez Baena es uno de los 12 alumnos participantes en este libro que han repetido experiencia en la academia, después de que el año pasado llegaran a publicar un primer recopilatorio de relatos Te diré y te contaré o la magia de lo imperfecto. "Mi hijo me lo recomendó cuando me jubilé. Ahora ya no digo que soy empleado de banca, sino que soy escritor", explica sonriente este narrador de historias.

 

Como él, otros 11 compañeros se han dejado llevar por las guías que Nerea Riesco les ha ido facilitando desde hace dos años: Mariano Jesús Alda, Lola B. Sousa, José Manuel Díaz Cerpa, Almudena Díaz Requena, Juan Carlos Fernández Merino, Clara González, Ángel Luis León, Ana Petralanda, María Gracia Ramírez, Marta Valenzuela y Fray Antonio de Sevilla son los otro once asistentes al taller. "Para mí no son alumnos, son compañeros", comenta Riesco, también profesora de Universidad y colaboradora en EL PAÍS. "Como empezamos el curso pasado, hemos avanzado mucho. Hay un nivel muy alto en la clase. Además, el margen de edad es muy amplio: hay participantes de 17 a 70 años. Lo bonito es que aunque son todos muy diferentes, el interés por escribir que les une es tan fuerte que hay muy buen ambiente siempre en el grupo", añade.

 

"Nadie te puede enseñar a escribir, pero sí a aprender unas técnicas", afirma contundente Clara González, una farmacéutica que asegura que, desde que entró en este grupo, ha descubierto su gusto por los relatos costumbristas. "Tocamos técnicas narrativas y géneros distintos, como los microrrelatos", añade esta mujer. Para Ángel Luis León, jerezano de 18 años, estudiante de Biología, la integración en este grupo ha supuesto un paso importante en su vocación de escritor. "Buscaba un ambiente de escritores, donde poder compartir lo que cuento", asegura el joven. "Somos escritores por nuestra forma de ver la vida, pues nos fijamos en los detalles en los que casi nadie se fija", sentencia.

 

Todos ellos han perdido el miedo al papel en blanco y se han enganchado al carro de la expresión escrita. "Al principio, nadie quería leer sus relatos en clase. A medida que pasaba el tiempo, teníamos que explicar primero la lección para asegurarnos de que la dábamos, porque tendíamos a ocupar todo el tiempo en la lectura de cada texto", recuerda Riesco. "El escritor está solo, pero espera que alguien comparta con él lo que escribe", añade Clara González.

 

Sin embargo, a pesar de haber publicado dos libros, a algunos de estos narradores les cuesta llamarse a sí mismos escritores. Uno de éstos es la propia Nerea Riesco, ganadora en 2004 del premio Ateneo Joven de Sevilla de Novela por su obra El país de las mariposas. "A mí aún me da vergüenza decir que soy escritora, porque se considera que la escritura es algo aparte de un empleo normal. Cuando una persona se entera de que escribo libros, me pregunta si le puedo regalar uno; y yo no veo que a Vitorio y Luchino se les pida que regalen trajes", se lamenta entre risas.

 

Al margen de la página es un título que responde a un proceso de creación. "Cuando me traen los textos siempre se los devuelvo con acotaciones en los márgenes; y esas anotaciones son muy importantes para los autores", explica la profesora. En esta ocasión, todo el proceso de creación del libro, desde el diseño a la edición, ha estado en manos de este equipo de escritores. El grupo de Arteaula espera lograr, con este libro, al menos, el mismo éxito que con el pasado, del que se agotó la primera edición. Para el año próximo, la clase se planteará un nuevo reto: escribir una novela conjunta.

 

 

 


 

A MIS VIEJOS

A MIS VIEJOS

En un caso hace ya de ello veintiún años y en otro seis. Hoy os recuerdo juntos, ya sin dolor. Me llega convertido en energía vuestro calor y vuestro cariño, sin melancolía, aunque presentes en mi memoria afectiva. Si acaso un poco de nostalgia .Un poder comentar la situación del Betis, un ratito para compartir café con leche y tortas de aceite. Asumir que todos debemos cumplir nuestro ciclo no implica olvidar .Nos eternizamos dejando un rastro, una huella en aquellos días en los que nos dijimos definitivamente hasta siempre.

13 de Mayo (anexo desde Itaca)

Tal día como hoy hace seis años, tuve un accidente de automóvil, del que afortunadamente salí ilesa y no perjudiqué a nadie. Más que de pajaritos, tenía mi cabeza llena de carroñeros buitres. Hoy, a estas alturas, me identifico con Hervé Joncour, personaje de Baricco en Seda, “contemplo mi destino de la misma forma en que la mayoría acostumbra contemplar un día de lluvia”.

GIROUD,Francoise. Lou. Historia de una mujer libre.

GIROUD,Francoise. Lou. Historia de una mujer libre.
 
Con una gran belleza y una inteligencia superior, Lou Andrea Salomé, nacida en San Petersburgo en 1861, fue una de las grandes seductoras de su época.Nietzsche y Rainer María Rilke se enamoraron profundamente de ella, y también Freud sucumbió ante sus encantos. Lo sorprendente es que, si bien le gustaban los hombres y su compañía, no consintió que se acercaran a ella físicamente antes de los treinta y cinco años.

Curiosamente, aunque se hayan dedicado miles de páginas a Lou en todos los idiomas, este aspecto siempre se ha tratado de forma superficial y nunca ha llegado a dilucidarse del todo, como si se tratara de "un agujero negro”. A este respecto Francoise Giroud avanza una hipótesis que aclararía el misterio de esta castidad obsesiva.Lou se resarció con creces más tarde, aunque siempre con hombres bastante más jóvenes que ella.

Novelista muy apreciada en Alemania, donde vivió, fue una de las primeras mujeres libres de Europa, ya que su pluma siempre le aseguró la independencia material y una buena posición social. Su obra maestra sin duda fue ella misma.

Lou escribió en El Erotismo “La pasión sexual es una divina locura................ El amor físico toca el núcleo del ser y debe tratarse como algo precioso y sagrado”. Escribe a Rilke “Para el artista, la obra de arte constituye el camino hacia la salvación, y no el psicoanálisis que, en alguna parte, puede liberar de los demonios, pero también expulsar a los ángeles que ayudan a crear”.
“Una mujer libre es la que tiene posibilidad de decidir su vida”.”Desde los quince hasta los sesenta y cinco años. Fecha límite del deseo sexual en las mujeres, según Lou, hay tiempo para ejercer una o dos profesiones, ver mundo, amar y desamar a algunos hombres, reír y llorar, incluso dedicarse durante cincuenta años a un compañero voluble adorado, que siempre vuelve a casa tan tranquilo, después de cada escapada, y un día, por fin, se le retiene viejo e impedido......Siempre que sea un destino elegido y no sufrido, no tolerado bajo presión familiar, social, la del entorno profesional, o del círculo de amistades-todos los que creen saber mejor que tú mismo lo que es bueno para ti- en definitiva si uno no deja que los demás actúen por él se es libre. Algo que posiblemente no impide hacer tonterías, pero las habrán hecho con libertad”.

José Saramago

EL HOMBRE DUPLICADO

El día que descubrí que me había quedado sin pensamientos me sentí morir. No es que hubiera perdido la capacidad de pensar, no. Toda actividad pensante estaba orientada a la observación de mí mismo, cual si de un extraño se tratase. Tenía un yo duplicado .Uno vampirizaba al otro. Mi otro yo me examinaba contínua y despiadadamente. No era un observador imparcial. Se permitía en sus juicios utilizar la culpa, el  sentido de dignidad, “el factor dios”, la manipulación de sentimientos y cuántas maldades hicieran falta para asesinar cada momento vivido. No permitía la más mínima espontaneidad.  ¿Por qué te has rascado la cabeza? ¿Por qué has mirado en esa dirección y no en aquella? ¿Por qué has sonreído? ¿Por qué has parpadeado? ¿Por qué has respirado profundamente? ¿Por qué.......................?. Iba sin tregua minando mi vida con sus por qué. Si no encontraba una inmediata respuesta para cualquier acción que emprendiera me inundaba la parálisis. Mi mente y mi cuerpo se habían convertido en enemigos acérrimos. Nada que emprendiera el uno le parecía bien a la otra. Mis únicos momentos de calma me los proporcionaba el sueño. Hasta las pesadillas eran reconfortantes, en ellas no había mordazas .Desesperadamente tenía que encontrar una solución para aniquilar a semejante asesino. No podía pasarme todo el día durmiendo. Yo no quería morir, por el contrario se trataba de vivir. Probé a dejar mi mente en blanco a través de la meditación. En cuanto dejaba de meditar comenzaba la persecución. Una buena estrategia podría ser actuar a la inversa, anticiparme a su jugada, no entrar en el juego de los por qué. Para ello tenía que afianzar mi propio yo y ser capaz de rebelarme, plantarle cara, hacerle frente, despreciar las seguridades firmes, las respuestas absolutas, no inmolarme en el altar de la única verdad respuesta de cada cosa. Así paulatinamente introduje los matices, las aristas, los diferentes perfiles, la ausencia de respuestas. Aprendí a columpiar la vida con la soga de la duda. No lo sé, tal vez sí, tal vez no, depende, en mi opinión, a mí me sirve, si a él le vale, lo dudo mucho..... Deserté del mundo de los salvadores con respuestas para todo, vendedores de la Verdad. No fue fácil. Exigió una disciplina férrea, cuanto más dudaba mi mente mejor respiraba mi cuerpo. La vida exigía respuestas evidentemente, pero no inmediatas, ni imparciales, ni asépticas. Las respuestas debían estar hechas a mi medida. Frente a la Razón Absoluta, el discernimiento placentero, vivido, elegido, personal e intransferible. Aquel juez implacable se fue desmoronando ante mi insolencia, comenzó a darme por perdido. En mi estrategia sin darme cuenta aparecieron otros “yo”, salidos de mi único y exclusivo “yo”. Mi yo dejó también de ser una verdad absoluta, un ser sin aristas ,sin perfiles, sin matices. La vida resultó así mucho más rica. Tras asesinar a mi juez aparecieron mis otros yo cómplices, al abrigo de un personaje rescatado de una lectura, de una película, de un ensayo, de una obra de teatro, de un amigo, de un vecino, de un semejante desconocido..........

La mirada dejó de ser fija para convertirse en caleidoscópica, que no es lo mismo que escéptica. Yo no dudaba de todo, simplemente elegía mis propias verdades. Me había costado tanto esfuerzo conseguirlo que a partir de entonces, aunque no elegí el camino de hacerles la guerra, me pongo en alerta y a veces huyo despavoridamente de los “yo duplicados”, sobre todo si se trata de otros seres humanos. Esos que no militarán jamás en el bando de la duda porque no podrán permitírselo, pero sobre todo de aquellos otros que para poder convivir con su “yo duplicado” necesitan a su alrededor reproducir seres clónicos para así sentirse seguros y poder seguir viviendo. Los clónicos como todos necesitan sus fetiches: líderes, banderas, fronteras, dioses,  libros sagrados.....El problema estriba cuando los utilizan como armas arrojadizas contra sus semejantes, abocados por su misión redentora de apartarlos del camino de la perdición, por no entender que cada cual tiene el derecho de perderse como le venga en gana, mientras no salpique a otros. Si no la guerra, al final con ella perdemos todos, si sería tal vez conveniente no alimentar sus consignas, declarándonos pacíficamente en huelga de brazos caídos, teniendo nuestras propias repuestas y argumentos para defenderlas, recreando sin vergüenza la vida cada uno con sus alternativas, reividincando nuestro derecho a no ser un “yo duplicado”.

LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR

LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR

 

Las malas lenguas decían que estaba loco. Su mirada era fija e inexpresiva. Nadie le conocía relación sentimental alguna. Siempre vivía solo. Sus vecinos lo consideraban un hombre educado y jamás dio un escándalo Caminaba lentamente como quien va a ningún sitio y no tiene a nadie que le espere. No tenía oficio conocido, pero sobrevivía dignamente en un piso de renta antigua, en un barrio con solera rehabilitado en los últimos años. Su única rutina conocida era acudir diariamente al parque para dar de comer a las palomas.

La señora Smith en el otro extremo de la ciudad regentaba un pequeño negocio de numismática. Comenzó a notar que cada día sobre el saliente de la ventana de su escaparate se posaba una paloma. Tardó semanas en percatarse que llevaban algo adherido a sus patas. Descubrió que alguien la invitaba a intercambiar poemas por sellos. No tenía tiempo para entretenerse con semejantes sandeces. Además de atender el negocio debía cuidar a su marido imposibilitado desde hacía años, no estaba para poesías.
Un día observó que una paloma llevaba en su pata un sello vendido por ella hacía tiempo. Aquel loco podía conocerla, saber dónde encontrarla. Sintió miedo. Durante semanas se mantuvo a distancia, pero el miedo comenzó a transformarse en curiosidad, ni un solo día aquellas condenadas dejaban de posarse en su escaparate. Armada de valor se acercó, tomó el escrito y rápidamente se adentró en la tienda, guardó aquella locura en su bolsillo y durante todo el día se sintió inquieta. Por la noche, tras acostar a su marido, se sentó en la butaca de la sala de estar, con las manos temblorosas leyó: “Me siento tan solo como tú” Jamás nadie había osado echarle en cara su soledad.
Por la mañana tras el mostrador esperó la llegada de aquellas mensajeras, pero sorprendentemente ese día no acudieron, ni al día siguiente, ni al otro, así durante una semana. Su curiosidad se transformó en tristeza. Cómo había podido entrar en semejante juego. Algún desaprensivo estaba burlándose de ella. Un día poco antes de cerrar llegó otra de aquellas envenenadas, no llevaba nada en sus patas, pero sí en su pico. Entró de nuevo en el juego y leyó el mensaje:”Tengo tanta tristeza como tú”. No daba crédito quién era aquel sujeto que tan bien parecía conocerla. Nunca había sido infiel a su marido, con los clientes no se había permitido la más mínima confianza, ni siquiera había tenido un amor de juventud, se conocieron con trece años.
La verdad es que no se había atrevido en su vida a llevar la iniciativa en nada, siempre a remolque de lo que el destino le había deparado. ¿Por qué cambiar de comportamiento ahora? Se sentó tranquilamente, tomó un álbum de sellos en sus manos y con impaciencia se dedicó a buscar entre ellos el más adecuado. Eligió uno donde quedaba estampado un paisaje de la Antártida.

 

En el parque aquel loco cambió el sello por un poema titulado:”Los amantes del Círculo Polar”.  

 

Desde entonces el señor Stone y la señora Smith no se fallaron el uno al otro ni un solo día. A cambio de un sello ella diariamente recibía un poema. Supo así cómo un lejano día que él entró en su tienda se prendó de ella, cómo él sabía que aunque lo intentase,  ella no se permitiría la más mínima licencia. No cambiaron sus rutinas. Nadie se percató del cambio operado en sus vidas. El acudía diariamente al parque igual que siempre. Ella regentaba el negocio familiar y atendía a su marido.
Los vecinos siguieron pensando que el señor Stone era un loco solitario, un maníaco obsesivo de las palomas, un incapaz de trascender de sí mismo.
El señor Stone tras una visita rutinaria al médico fue consciente que podía darse el caso que en algún momento no pudiera seguir acudiendo al parque. Decidió echar mano de su vecina la señora Brian a la que rogó encarecidamente que en caso de su fallecimiento remitiese aquel sobre que le entregaba.
La señora Smith, ajena a todo, un mal día recibió dicha carta. Así supo que él ya no acudiría más al parque y que le rogaba dirigirse a la consigna de la estación cercana a su casa para recoger un paquete remitido a su nombre. En él encontró todos los sellos enviados por ella durante años, una moneda de oro antigua de importante valor y una relación de libros de los que había extraído muchos de sus poemas. Además el señor Stone le hacía un ruego:”En tanto acudan palomas mensajeras no pierdas nuestra costumbre”. La señora Smith en tanto acudieron palomas mensajeras no dejó ni un solo día de enviar sellos.  Entendió que para seguir sobreviviendo debía poco a poco de hacerse con aquellos libros y elegir ella sola su poema diario. A base de leer entendió que ella misma podía escribir poemas para transmitirle sus sentimientos al señor Smith, dondequiera que estuviese.
La señora Smith atendió a su marido hasta el final. Le sobrevivió diez años durante los cuales no dejó ni un solo día de escribir poemas. En su testamento  indicaba que sus cenizas las depositaran en aquel parque. El día que la enterraron sus hijos observaron asombrados cómo justo en aquel lugar se concentraron decenas de palomas sin levantar el más mínimo alboroto.

 

 

CUENTO PARA CAPERUCITAS

CUENTO PARA CAPERUCITAS

Alicia era alegre, traviesa, cariñosa y juguetona, pero a diferencia de la mayoría de las niñas de su edad no tenía miedo de los lobos feroces y le encantaba perderse en el bosque, éste era su sitio preferido para escribir su diario y leer sus libros, algunos impropios de su edad pero los tomaba prestados de la biblioteca, porque Doña Adi se los facilitaba.

Doña Adi tenía mala fama, porque un buen día llegó al pueblo sola, ya madurita y las malas lenguas decían que había abandonado su hogar y el pobre de Don  Fili se había quedado solo y aburrido por ya no tener con quién discutir y a quién dar órdenes.
Alicia tenía muchos amigos con los que jugar, pero a ninguno le gustaba leer ni escribir diarios, por eso para estos menesteres ella se refugiaba en el bosque y se había hecho muy amiga de Doña Adi.
Alicia tenía mamá, pero no tenía abuelas .Para ella Doña Adi  era su abuelita. Vivía en una casa cercana al pueblo, pero algo apartada de él. En el jardín tenía un columpio inmenso, muchas macetas de albahaca, un jazminero,  una dama de noche y dos pastores alemanes. En el interior de la casa siempre olía a especias, unos días olía a canela, otros a menta, azafrán, tomillo, laurel, pimienta, orégano, almizcle. Al principio de visitar a Doña Adi Alicia casi se mareaba, pero poco a poco fue gustándole y desarrolló un magnífico olfato.
La mamá de Alicia no veía con muy buenos ojos que la niña se alejara del pueblo .La vida estaba llena de peligros y cuántos menos corriese Alicia mejor que mejor. Le había tocado en suerte una hija muy obstinada y cuando le gustaba algo resultaba imposible que renunciase a ello. Alicia nunca mentía a su mamá ni cuando iba al bosque, ni cuando se acercaba a la casa de Doña Adi, pensaba que si le ocurría algo  así su mamá sabría dónde estaba.
Un día estando en el bosque ensimismada con su diario, olió un poco raro, un olor que no identificaba  pese a su buen olfato, se puso alerta y al instante vio cómo lentamente se acercaba un enorme lobo, que parecía herido porque iba cojeando y aullando lastimeramente.
-¿Qué te ha ocurrido? ¿Estás bien?
-         Un pastor me ha disparado en la pierna, pensaba que iba a comerme una oveja.
-         ¡Y acaso no ibas a comértela!
-         ¡Y acaso tú no comes todos los días!
-         Tengo que alimentarme yo y dar de comer a mis lobeznos. La vida en el bosque es muy dura y los lobos no caemos bien a nadie. Todo el mundo huye de nosotros y siempre nos persiguen. Somos animales solitarios a la fuerza. Nos vemos obligados a hacer daño a veces para sobrevivir. ¿Vosotros los hombres no hacéis nunca daño?
-         Si, supongo que sí.
-         Toma una manzana, es lo único que tengo. Debo irme porque antes de ir a casa he de pasarme a ver a Doña Adi y si se me hace tarde me reñirá mi mamá.  Que te mejores. Yo vengo por aquí a menudo, así que ya nos veremos.
Alicia corrió hasta llegar a la casa, en cuanto entró le contó a Doña Adi su encuentro con el lobo.
-         Has tenido mucha suerte Alicia. Te has encontrado con un lobo bueno. Pero no todos son buenos y si das con uno malo podría haberte comido. No hay que confundir ser valiente con ser ingenua.  Ni en el bosque ni en la vida todo el mundo es bueno y de los malos hay que ponerse a salvo. No busques un nuevo encuentro.
Alicia se sorprendió porque Doña Adi  nunca daba órdenes tajantes, pero ese día hablaba muy en serio. Se marchó a casa pensativa,  dudando si debía contarle a su mamá lo sucedido, porque cabía la posibilidad de que mamá no la dejara volver nunca más al bosque. Doña Adi  no le había prohibido ir al bosque, pero si huir de los lobos si se acercaba alguno. Al final decidió no contárselo para no preocuparla y proteger sus escapadas.
Volvería al bosque, aunque le diese un poco de miedo, buscaría un sitio seguro y protegido de la presencia de los lobos.
Doña Adi aquella noche durmió inquieta, preocupada por si Alicia seguiría su consejo, pero se dijo a sí misma que tenía que confiar en Alicia y no llenarla de miedos que le impidieran disfrutar el bosque, escribir sus diarios y leer sus libros prestados. Aquella niña necesitaba su propio espacio.
Un día Doña Adi no fue a la biblioteca. Alicia se enteró que estaba enferma con gripe. Cuando llegó a casa se lo contó a su mamá y le pidió permiso para llevarle unos pestiños, incluso la invitó a que fuesen juntas. Su mamá accedió, en el fondo tenía curiosidad por conocer aquella casa y saber algo más de aquella señora.
Doña Adi  tras abrir la puerta e invitarlas a sentarse en la camilla, se sentó en su sillón de orejeras, cubriéndose con una manta. La mamá de Alicia se ofreció para preparar el café. Merendaron juntas. Alicia salió al jardín para jugar un rato con los pastores alemanes, éstos eran seguros y jamás le harían daño.
A la vuelta la mamá le comentó el buen olor que desprendía aquella casa, que había intercambiado algunas recetas de cocina con Doña Adi y algunos trucos para mantener vivas las plantas. Le había regalado unas raíces de madreselva. Alicia iba dando brincos de alegría porque las dos se habían hecho amigas aunque fueran diferentes.
Esa noche pidió permiso a su mamá para quedarse un ratito leyendo, aunque para ello se acostara antes. Eligió su libro de Valeria Varita: Guía mágica de la felicidad.........................”Felicidad es sentirse libre como una mariposa”. “Felicidad es que alguien te haga sentir especial”.

Muchos humos

Muchos humos

¿Por qué ese horror vacuo de palabras? Como si no hablar significara estar incomunicados. ¿Por qué guardar silencio estaba tan desprestigiado?
Todo dios hablando de la contaminación de humos, sobre todo de los fumadores. En aquel vagón no se podía fumar y no por ello dejaba de estar contaminado. Pese a las indicaciones recibidas al subir a bordo, todo el mundo móvil en mano a voz en grito: “Ya llegando a Córdoba” “No te oigo bien habla más fuerte. Sí, sí, con toda la familia a visitar a los abuelos al pueblo”.
Los más prudentes enviaban mensajes, pero tampoco paraban de escribir ni de mirar fijamente cada dos por tres si salía la melodía establecida para tan prodigioso invento.
Los menos leían, mejor dicho intentaban leer, ante semejante bullicio era difícil concentrarse, aunque llevaran puestos los auriculares con música clásica. Las palabras no sólo son de ida, pierden gran parte de su sentido si también no son de vuelta. La lectura de un buen libro exige silencio, uno no puede leer así como así, en cualquier situación. Por lo menos en el Metro era más llevadero. Empezaban a imponerse otras maneras, cada uno iba a lo suyo pero la mayoría de las veces sin molestar a los otros. Algún que otro cruce de miradas, pero poco más. Decidió tomárselo con buen humor porque lo que se avecinaba a la bajada sería peor. Mientras por los altavoces la azafata recomendaba no abandonar los asientos hasta que se estacionara el tren, la mayoría cinco minutos antes de pié , “ acariciándote”la cabeza con su equipaje de mano y sus abrigos, empeñados en la útil tarea de bajar los primeros, daba igual si les esperaba un coche o un taxi. Eran incapaces de dejar de alimentar la prisa, aunque la mayoría estuviese ya de vacaciones. Al final para nada, todos apiñados entre vagón y vagón, sin poder acceder a las maletas, obligados a bajar cuando se abriese automáticamente aquella puerta......
Distraído en semejantes pensamientos naturalmente se quedó el último, guardó su libro en la bolsa de mano, se enfundó en el abrigo y recogió su maleta ya sola y tumbada en el suelo del portaequipajes.
Era fumador, un contaminador peligroso, aunque naturalmente respetaba escrupulosamente los espacios de no fumadores. Salió al andén y maleta en mano se dirigió a la estación. Le apetecía fumarse un cigarro y tomarse una cerveza, afortunadamente no tenía prisa y estaba de vacaciones. Ocupó una mesa en el reducido espacio del bar destinado a fumadores. Sin dejar de observar su libro y su abrigo, depositados sobre la mesa y la silla, se acercó a la barra porque era autoservicio. Sólo un camarero. De nuevo todos gritando al mismo tiempo: “Una caña, dos cafés, una baguette..........”. Su voz de cuando en cuando sonaba “Por favor cuando Vd pueda, una cerveza”. Al cabo de diez minutos, cuando ya tenía dolor de cuello de mirar de reojo su mesa, que afortunadamente no había sido ocupada, el camarero reparó en él y le sirvió su caña. Al sentarse observó todo el suelo lleno de colillas. Volvió a levantarse y de nuevo en la barra pidió un cenicero. En esta ocasión transcurrió menos tiempo. Por fin el primer sorbo a la cerveza y la primera calada al cigarrillo. En la barra un hombre solitario vociferaba intentando encontrar contertulios sobre la lamentable situación a la que habían llegado los hombres. “Por decir un piropo cualquier tía te puede acusar de acoso, pero qué coño se han creído”.En la mesa contigua tres mujeres charlaban sin parar, mientras sus hijos correteaban por todo el local , de vez en cuando detenidos por tres chillidos al unísono de “niños estaros quietos”,”que vais a cobrar” “como me levante”.
Al salir al exterior la cola de taxis no era muy larga, pronto probablemente llegaría el próximo tren, pero había taxis disponibles.
El taxista no hablaba, pero tras indicarle la dirección puso la radio a todo volumen con el partido de fútbol del día. Volumen que no disminuyó ni siquiera al bajarse para entregarle la maleta y pagarle el trayecto.
Como no tenía cena en casa, ni posibilidad de hacer compra por lo avanzado de la hora, entró en el bar de abajo a picar algo. Sólo un parroquiano en la barra, nadie en las mesas pero la televisión a todo volumen con un entretenido concurso de karaoke. A la tercera vez de sugerírselo el camarero bajó aquel vocerío. Eso sí por todo el local estaba repartida la prohibición de fumar, esperaría a llegar a casa.
Aquella noche, tras tomar una reconfortante ducha, soñó que El Gobierno había aprobado una ley “CONTRA LA FALTA DE RESPETO”.
-         Hay que respetar el derecho de los no fumadores.
-         Hay que respetar el derecho de los que se sienten agredidos si se les habla a gritos.
-         Hay que respetar el derecho de los que esperan una disculpa tras un empujón.
-         Hay que respetar el derecho a la no contaminación acústica en un espacio reducido.
-         Hay que respetar el derecho de no avasallar al otro en nombre de la prisa.
-         Hay que respetar...........................
A mitad de su sueño se despertó sobresaltado con el enorme estruendo de la radio de un coche aparcado debajo de su balcón, que a las tres de la mañana obligaba al pobre Camarón a cantar a pleno pulmón, mientras lo jaleaban cuatro palmeros borrachos. Estaban en la calle. ¿Podía decirles algo? El reivindicaba su derecho a fumar en la calle. ¿Se trataba de lo mismo o eran cosas diferentes? No era momento de reflexionar sobre esto sino de intentar recuperar el sueño.