Blogia
el mundo fragmentado

El porvenir de mi pasado

El porvenir de mi pasado

Le salvaron de aquel naufragio las largas horas pasadas en compañía de Mario Benedetti. Era reincidente en su fracaso, pero tenía en contra el peso de la edad. Esa edad en la que ya parece que no tienes derecho a merecer. Incluso discutió una tarde con su querido amigo Mario y tan sólo rescató de él su receta para no sucumbir a la tentación del precipicio:   “La mejor solución para no sucumbir a la tentación del precipicio es el fornicio”. La llevó a rajatabla, cómo si de un régimen se tratase. Se fabricó su coraza afectiva evitando la corta distancia y se abandonó a no sentir. El amor era un invento necesario como tantos otros para poder seguir viviendo, patrimonio de los poetas para tener algo que decir. Enamorarse era un estado de enajenación mental transitorio necesario para mentes puritanas, incapaces de practicar el sexo por el sexo, un atributo asignado como tantos otros por conveniencia masculina a la esencia de la mujer. Se hizo una liposucción vital , nada de blanduras ni terneces. Dejar la más mínima huella estaba prohibido, ni siquiera se permitía olvidar un simple cepillo de dientes, ni qué decir que a la inversa sucedía lo mismo. Sus citas siempre eran a través del chat, resultaba más cómodo, era más fácil mentir sin mirar a los ojos y rápidamente se podía ir al grano .Durante dos años estuvo enganchada a los ligeros libertinajes sabáticos, asépticos, gimnásticos y orgásmicos. Su autoestima atravesaba uno de sus mejores momentos, jamás como ahora había sido una devoradora de hombres y jamás soltaba las riendas .Un mal día, cosas de la edad, se revolucionaron sus hormonas hasta tal punto que, tomando una copa por la noche en el pub donde se habían citado empezó a notar un tic en su ojo izquierdo en cuanto empezó a sonar la voz de Elton John, sintió una presión atroz en el pecho, comenzaron a temblarle las piernas y necesitó vomitar. Sentada en la taza del water mientras terminaba “Nikita” rompió a llorar. Al cabo de un buen rato tras recomponerse el maquillaje se disculpó por su indisposición y se marchó a su casa. Necesitaba compulsivamente oir una y otra vez esa canción. ¡Años sin escucharla, cuando antes no podía vivir sin ella! Se tomó un Orfidal, se tumbó en la cama y de nuevo compulsivamente necesitó patalear toda su rabia sobre el colchón. Cuando se sintió más tranquila decidió tomar un baño de sales relajantes, mientras llenaba la bañera encendió velas de agua, varillas de incienso, puso de nuevo aquella canción y su cuerpo comenzó a dejarse llevar por el ritmo de la música, abrazó fuertemente sus hombros, se miró en el espejo y reconoció una mirada diferente, más cálida. Fue por un gin tónic y metida en la bañera, con los ojos cerrados se acordó de él. Rescató del olvido las miradas, las caricias, los silencios de un ayer que sabía tanto a vida de un ahora que tan sólo eran recuerdos. La nostalgia derramó su perfume de cama compartida, de cena preparada ,de compac repetido, de calles paseadas. La pasión le devolvió una sonrisa para salvar del fuego ya apagado la belleza derrochada en loca prisa de un vivir a dos ilusionado. La ternura con paciencia le sedujo a entender a su razón con emociones a sentir su corazón con argumentos. Cubierta de espuma, saltó en busca de su amigo Benedetti y a la luz de las velas y el olor del incienso poco a poco, aunque no sin miedo, dejó salir a flote su sensualidad. En medio del baño al sonido de Don,t go breaking my heart comenzó a bailar, columpiando su pelvis, acariciando su vientre, contemplando sus patas de gallo, admirando sus tetas, ya habían dejado de estar ligeramente inclinadas hacia arriba, prometiéndose no más liposucciones,  deseosa de nuevos libertinajes sabáticos, de juguetonas sonrisas verticales, de miradas profundas, de borrachera de olores, de susurros al oido, de ofrecer cavernas cariñosas.......... de no olvidar el porvenir de su pasado.

Mario Benedetti

0 comentarios