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el mundo fragmentado

EL ARPA DE BOCA

EL ARPA DE BOCA

Bajó las escaleras de ese antiguo edificio, casi en ruinas, con la intención de no regresar jamás, como tantas otras veces. Nada  más salir a la calle, el tiempo suficiente para percibir la humedad del otoño en su ciudad, le asaltaba la certeza de que regresaría al menos una vez al mes. A ella le embargaba la misma sensación con cada último beso de despedida definitiva, no en vano compartían semejante ritual desde hacía veinte años. Ninguno de los dos vivía pensando que llegara ese momento puntual, lo habían incorporado a sus vidas como ver un rato la televisión, disfrutar de una buena lectura o contemplar un aguacero. La cita variaba en función de cuándo se produjera la llamada de él, no por eso nadie vivía a remolque, simplemente él siempre había llevado la iniciativa desde el principio y así las cosas habían funcionado. Cada cual continuaba su vida, familia, trabajo, amistades, hobbys. No aspiraron jamás a dilatar esas horas dedicadas en exclusividad el uno al otro. La necesidad de despedidas definitivas afianzó con el tiempo aún más aquella relación, autoconvencidos de que con sólo pronunciar el definitivo adiós convertirían sus encuentros en algo extraordinario, en una promesa implícita de la imposibilidad de fallarse el uno al otro. Se conocieron un día de lluvia, de los muchos que les regalaba la ciudad donde ambos vivían. Al salir de la tienda él la cobijó bajo su paraguas el tiempo suficiente hasta llegar a la estación. Tomaron el mismo metro, bajaron en la misma parada. Fue ella quien primero sacó su arpa de boca de la pequeña funda y comenzó a tocar. Sin pensárselo él tomó a continuación la suya y la siguió durante todo el trayecto. Al abandonar el vagón un tierno beso de despedida. Un par de horas resultaban suficientes. Sobraban ensayos y partituras .En veinte años no pronunciaron palabra. Hubieran roto la magia de la improvisación, la armonía de sus composiciones. Se trataba de un regalo, no había monedas a cambio por parte de los viajeros. Descubrieron juntos el placer de alimentar sonidos .Así se fueron conociendo, descubriendo sus estados de ánimo, el progreso de sus destrezas, el paso del tiempo en sus vidas. Nada concertado de antemano, tan sólo un día y una hora aproximada para sus citas, el amor por el mismo instrumento, la necesidad de componer libremente un rato y no hacerlo en soledad, la afición por otra forma de diálogo consigo mismo y con los demás. Al final un tierno beso de despedida  cada vez más dulce, más añejo, más sabio, encubridor de tantas horas disfrutadas, al amparo de una desesperada despedida definitiva.

3 comentarios

Sergi -

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zoemar -

Seguro que sí. El Arpa de boca tiene un sonido para dos.

IITACA -

Me han regalado un arpa de boca por mi cumpleaños.Al igual que en ese relato deseo componer sonidos además de palabras.Si es posible no siempre en soledad.Gracias.