Salvador
Ayer tarde, mientras se disputaba el derby,Sevilla-Betis, fui al cine a ver la película de Manuel Huerga. El 2 de Marzo de 1974 ( yo tenía 21 años), el joven militante del Movimiento Ibérico de Liberación,Salvador Puig Antich, se convirtió en el último preso político ejecutado en España mediante “garrote vil”. La película narra su historia y la de los intentos desesperados de su familia, compañeros y abogados por evitar su ejecución.
Hacía tiempo que una película no me producía tal llantina. Reviví mi memoria histórica: la manifestación a la que asistí en contra de su ejecución, los escarceos sexuales con mi primer novio en un lavadero de una azotea de un inmueble, alquilado con unos amigos para poder tener algo de intimidad, al amparo de la voz de Leonard Cohen, que sonaba bien pese a salir de un antiquísimo pick up; las sonoras broncas con mi padre, que al igual que tantos de aquella generación, incluido el padre de Salvador convivieron siempre presos de la palabra “miedo”; mi identificación con el personaje porque mi ideología y colaboración política, jamás fui militante, servían de vehículo para mi espíritu rebelde, para mi sentido de la justicia. Treinta y dos años después afortunadamente han cambiado bastantes cosas en nuestro país, aunque siguen totalmente vigentes en una parte de “nuestra aldea global”.
Se da la paradoja de que con mi actual edad, aunque con diferentes matices, también siento miedo, como mi padre entonces. En el camino se quedó gran parte de mi rebeldía, pero no se ha modificado sustancialmente mi sentido de la justicia .Los valores que entonces defendía han cambiado de destinatarios, pero continúan estando plenamente vigentes, porque las ideas contra las que me rebelaba con la fuerza de los veintiún años desgraciadamente me las vomitan a la cara diariamente en este mundo globalizado, en esta Europa y en esta España. Estoy de acuerdo con Zapatero que la actual derecha “democrática” me recuerda demasiado a la vieja extrema derecha; Me dan miedo los Azebes y Zaplana y sus clónicos; Me dan miedo “ los demócratas de izquierda desde hace dos días y también los de toda la vida “ instalados al precio que sea, incluido el de la corrupción y la pérdida de identidad , en el poder. Me da miedo la indiferencia ante la verdadera génesis, quedándonos siempre en lo anedótico, de problemas tales como la licitud de matar en nombre de dios, de la patria, de un sistema.
Estoy radicalmente en contra de la pena de muerte y estoy radicalmente en contra de que un ser humano se inmole y muera “revolucionariamente” por defender sus ideas. No creo en un dios que me de la vida y por ello no tenga derecho a quitármela y a quitarla, simplemente sigo creyendo como Celaya en el poder de la palabra. Sostengo como Máximo que “El hombre es un hombre para el hombre y con eso ya tiene bastante” .No nos llevaremos más que el haber sido “hombres” para con nosotros mismos y para con los otros hombres .Al igual que Saramago escribió magníficamente sobre “el factor dios” , yo y otros muchos nos esforzamos diariamente por construir vitalmente “nuestro factor hombre”. Con la experiencia vital hemos aprendido que ser de izquierdas, progresistas y hasta revolucionarios consiste la mayoría de las veces en resistir como en una barricada ante tanta imposición mediática sobre lo conveniente, convenido, razonable y razonado, haciéndonos olvidar que es un privilegio ejercitar el propio cerebro, sostenido por los propios valores y las personales e intransferibles neuronas. Vds perdonen pero no necesito para tener claras mis ideas de un Benedicto XVI, de un Fidel Castro, de un Buch, de un Zapatero, de un Rajoy, de un periódico en concreto se llame EL PAIS O EL ABC, no soy de marcas, ni de etiquetas, en treinta y dos años he podido comprobar cómo muchas se desteñían y proliferaban estupendas imitaciones. Sólo se que el pasado sábado Silvio Rodríguez llenó el Auditorio de Sevilla y me dio alegría, que en la película Salvador también había mucha gente joven, que en mi ciudad ya es normal homenajear a Cernuda, a Francisco Ayala, que pese a que suponga un desastrillo de los ya establecidos objetivos transversales, se defienda una asignatura como Educación para la Convivencia , ya que nos olvidamos de La Etica, que cada día haya más gente que consideremos que defender nuestra ciudad es algo más que tener que ser semanasantera o feriante, que ahí sigue Leonard Cohen, que para echar un buen rato no haya que alquilar lavaderos casi clandestinos, que teñir canas no significa en absoluto que cualquiera tiempo pasado fue mejor, que cada vez más se difunde la costumbre de abandonar un libro en algún lugar para que otro lo lea.
Hoy prefiero pasar por alto lo negativo. Ya me deprimí bastante cuando me enteré que El Betis había perdido con el Sevilla después de ir ganando. Con la edad se aprende que a diferencia de entonces que “el fútbol era el opio del pueblo” seguir animando al Betis puede convertirse en un acto absolutamente progre, teniendo en cuenta que servidora es absolutamente contraria al sistema Lopera.
2 comentarios
zoemar -
El caso de Chez es como el de Puig Antich pero elevado a la quinta potencia. Toda la miseria de su ejecución se resume en : preso común. Para el polaco no existe ni la gloria del mártir, sino que se crimen era sólo para seguir viviendo.
De todas formas, como he leído, tampoco las causas que llevaron a su ejecución son ciertas.
Aunque pedir verdad en una dictadura es como pedri a Lopera que te narre la puesta de sol desde la Salute.
Sigamos queriendo que todo sea mejor para que, simplemente, no empeore.
Más o menos.
zoemar -
Pero junto a ello, Patino va describiendo a los tres, con enorme ternura y esa ternura describe un paisaje de miseria moral y material que retrata la España de Franco. Esos tres trabajadores de la muerte, mejor que nadie, van contando qué es el franquismo sin ellos saberlo.
Porque el franquismo fue, por encima de todo, miseria : moral y económica. La foto de El Caso dando cuenta de las ejecuciones que he puesto en el blog es la metáfora final de sus propias derrotas: todo el lenguaje de la dictadura era una impostura para poder salvarse de sus propias miserias.