17 de noviembre de 2006
El Proceso de Paz
Pedagogía ciudadana (II)
La noche del martes, entre el placer de un House y el placer de otro House, maravillosos ambos, el zaping me llevó a un debate sobre terrorismo de una presunta televisión pública autonómica de Madrid. Allí pude oír, después de reponerme del susto de comprobar que el moderador era un señor con pinta de Buruaga, que una tal Gurruchaga, doña Carmen, recriminaba a un diputado socialista ser cómplice, nada más y nada menos, de la falta de libertad en el País Vasco. No llegué a lo que había dicho el malvado diputado socialista a la ejemplar doña Carmen , pero por la cara y los gritos de la periodista debió ser para llorar hasta enfermar, cual Mafalda.
Aclaro que el diputado socialista, a quien no soy capaz de poner nombre en este momento, nunca lo veremos entre los candidatos a premio Nobel que anualmente concede ese país tan extraño como depresivo, pero tampoco me pareció que compitiera por hacerse un hueco en la nómina de Puerto Hurraco. No es que el diputado socialista estuviera equivocado, decía la indignada “entendida” en “lostemasdelpaisvasco”, algo que podemos dar por descontado dada su condición de socialista, sino que la acusación era, nada más y nada menos, que de “complicidad” con los terribles delitos que sacuden las tierras del norte de España y el sur de Francia. Ya saben.
Maldición, la copa estaba envenenada, me dije.
Pero lo que me llamó verdaderamente la atención, lo que me dejó con la cara de un paciente de House, es que el diputado socialista, lejos de mandar a determinado sitio a la periodista por la gravedad de sus acusaciones o manifestar al respetable que hasta aquí habíamos llegado si no rectificaba sus imputaciones, o mostrar, simple y llanamente, la verdad de los hechos, es decir, despejar el camino de las mentiras que le recriminaban, se quedó calladito y sólo atinó a decir, más o menos : no es lo que me dicen mis compañeros del País Vasco.
Evidentemente me marché a ver el segundo House ante la muestra de genialidad del representante del pueblo a quien seguramente yo habría votado en algún momento de mi vida.
Está muy bien criticar a los “enemigos” del proceso de paz, algo a lo que yo me sumaré con entusiasmo desde este blog, pero sería conveniente que nuestro gobierno pusiera al frente de esta difícil batalla a sus mejores generales.
Tampoco vendría mal que alguien aconsejara mejor al Presidente en algunas de sus manifestaciones, públicas o privadas, y, ya que estamos de ejercicios espirituales y con el yo pecador a modo coral, que todos los “nuestros” hicieran algo más de pedagogía, razonando y explicando las “necesidades” del proceso y sus bondades: que nos expliquen que desde el estado de derecho se puede hacer un proceso de paz con la cara bien alta y la ley en la mano.
Seguramente si hicieran estas cosas, y algunas más, las indignadas “gurruchagas” que en el mundo son y serán no se atreverían a acusar a nadie en las televisiones de terribles delitos. Y nos ahorraríamos muchas de esas “correcciones políticas” tan comunes en sus discursos y tan cansadas y repetidas en las numerosas tertulias de los habituales y cansados *entendidos*.
No es que uno le pida al Presidente que informe de los dolores del parto. Sólo le ruego que me diga, en algún momento, cómo se llamará el niño.
No es mucho teniendo en cuenta que él es el padre de la criatura y yo confío en él. Por ahora.
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