8 de Marzo de 2006
Leo en la prensa que Pilar Manjón, presidenta de la Asociación de Víctimas del 11M, ha vuelto a solicitar a los medios de comunicación que no pongan imágenes de la matanza de Madrid para conmemorar el segundo aniversario. Ya lo había solicitado el pasado año y, según parece, la respuesta por parte de la prensa fue positiva a sus peticiones. Comprendo el drama de Pilar, perdió un hijo en uno de los trenes, el terrible dolor de volver sobre el instante, el poder del azar, que le llevó a cambiar toda su vida, y el paisaje de su vida. Su deseo está en la propia naturaleza humana.
¿Cuál debe ser la respuesta de los medios de comunicación ? No me refiero, en este caso, a un aniversario, dos años, cuando en el imaginario colectivo la digestión del terror está elaborada. Digo, la respuesta gráfica, informativa, tras cada atentado: mostrar o no mostrar la tragedia en toda su realidad. Las famosas *imágenes*. En este punto, creo, me encuentro como el único soldado que lleva el paso cambiado en el desfile. En mi opinión, hay que mostrarlas. Es lo único que hay que mostrar. Y nada más. El signo del terrorismo, en su sentido formalista, es la muerte, la mutilación, la sangre, el dolor, las heridas. Ahí está todo su significante y significado. Es su único discurso.
Lo que me indigna, y cada día más, es el discurso hermenéutico. Cuando el porqué tapa el qué. Que es justo lo que vamos a encontrarnos en este aniversario y lo que publican tras cada atentado nuestros prestigiosos diarios. Y es en cada uno de esos artículos, columnas, relatos, cuadernillos, donde yo *sólo* veo una nueva patada al muerto, al cadáver que reposa escondido para que la sopa del telediario flácido no se enfríe. Hipocresía moral de temporada.
Coda: vuelvo a recordar la última película del maestro Luis Buñuel, "Ese oscuro objeto de deseo". La música de fondo de esa película son bombas que estallan al paso de los personajes, una banda sonora que Buñuel ya intuyó que sería la de nuestro reciente siglo estrenado.
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Repasando "El Origen", de Thomas Bernhard, me pregunto si este país resistiría a un escritor que hablara de España en los mismos términos que Bernhard analiza Salzburgo. Su descarnarda forma de aprender la realidad de una ciudad que para la memoria es perfección. También me cuestiono si existen esos escritores dispuestos a destripar el simbolismo vacío que envuelve, como un jarrón, todo cuanto hemos dado en denominar como nuestro *bienestar*. Y que su dircurso, si existe, llegue a joder tanto a los españoles como les jodió a los ciudadanos de Salzburgo el de Bernhard. Faltan estos escritores y son más necesarios que nunca.
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