30 de septiembre de 2006
La chica de la foto se llama Sharon Stone, tiene 48 años y es actriz. Hubiera querido relacionar de forma muy literaria todas y cada una de las razones por las que esas dos fotos me parecen magníficas, y no sólo las fotos, pero no es necesario inventariar lo evidente. La Sharon tiene razones que la razón desconoce. Y una foto vale más que mil razones.
Después de alguna enfermedad muy grave, esta mujer, a la que nunca consideré grande entre las grandes actrices, como todas las grandes actrices, sigue en plena forma. Ahí está presentando una gala contra el sida, que es como en EEUU se limpian de sentimiento de culpa los ricos y los lisiados de espíritu colaboran con los negritos. Pero yo a la Sharon se lo perdono todo. Que haga lo que quiera.
Vean el gesto de desplante torero por la cara A y por la cara B de su cuerpo, como si de un nuevo planeta se tratara a las puertas del universo y, lo mejor, la caída libre de algunos continentes a su espalda: el llamado calentamiento global. Toda una metáfora con piel de loba para incondicionales.
Fue en la adaptación última de Gloria, maravilloso original de John Cassavetes, donde conseguió que me parase un rato a mirarla. Y ahí sigo.
Ustedes dirán qué les apetece tomar.
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