27 de febrero de 2006
Cada día me aburre más el fútbol. Me refiero a todo cuanto rodea este deporte espectáculo, a su puesta en escena, a su lenguaje vacío y repetitivo. Uno podría escribir la crónica de toda una liga sin equivocarse mucho. Ya sólo leo las crónicas de Segurola en El País : bien escritas, reflejan el mundo que transcurre en noventa minutos, sin ir más allá del monótono latiguillo de la prensa deportiva, cada vez más incapaz de narrar hechos.
En otros momentos, Julián García Candau, o Manuel Fernández de Córdoba, creaban una épica de varias columnas cada lunes, como un cuento de Onetti, a quien también le gustaba el futbol. Eran capaces de describir, hacernos ver el partido/cuento, lo más difícil en la literatura ( que a veces se transforma en periodismo, pero es lo mismo, o parecido).
La relación con nuestro equipo favorito nada tiene que ver con esa liturgia. Somos vocacionalmente sentimentales y unimos la memoria con parches llenos de recuerdos. Mi equipo favorito ya sólo existe en mi imaginario, aunque siga cada domingo su batalla, me enfade que pierda y me alegre cuando gana.
Le preguntaron a Bolaño, otro gran futbolero, cuál era su equipo favorito:" Mi equipo actual es aquel que desciende a segunda división, luego a tercera y, finalmente, desaparece". A estas alturas de la película, es la mejor forma de *seguir* el futbol, aunque ese descenso sea definitivamente el nuestro.
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