6 de abril de 2006
Teóricamente, Marbella es un ayuntamiento en quiebra, con las inversiones de los próximos quince años hipotecadas, los ingresos por impuestos varios insuficientes para el pago de la deuda comprometida y sus intereses respectivos. Un desastre difícil de corregir. Pues bien, ahí tienen a nuestros dos grandes partidos nacionales pegándose de hostias para conseguir alguna ventaja en la carrera a la alcaldía del municipio malagueño. ¿He dicho desastre? También detrás de todo desastre existe un negocio y miles de billetes dispuestos a escriturar la salvación. Ya verán como habrá milagro a fecha fija.
Hace algunos meses, ese personaje imposible de clasificar, presidente del gobierno de Cataluña, llamado Pascual, le dijo en el Parlamento regional al portavoz nacionalista que "su problema era el 3 %"...y hasta hoy. Como del finado Fernández, nunca más se supo de la cuestión. Bueno sí, algo sí se supo, cuando le cambió los cromos de la dignidad por estampitas de simbolistas reaccionarios disfrazados de nacionalistas. Esa cosa que llaman statut.
Este Estado de las Autonomías actual tiene mucho más que ver, al día de hoy, con la corrupción que lo mantiene que con ningún interés por adecuar mejor la administración al ciudadano. Una vez más, acierta Alfonso Guerra al comparar ese nacionalismo periférico y clientelar que se ha dado en España con (salvando todas las distancia) lo ocurrido en la antigua URSS y los estados independientes que han nacido para negocio seguro de sus oligarcas y dirigentes. Vean el mapa y hagan juego, señores. En la cercanía se cuentan mejor los billetes.
También por mis venas corren gotas de sangre jacobina, don Antonio.
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