Es bastante probable, según dicen, que sobre el cristal de una mesa, una mesa de un café íntimo, azul de cielo madrileño entrando por sus poros, coqueto como ella, se refleje una torre de una iglesia junto a los restos de una copa a punto de acabar . Esa luz que se filtra es de una mañana de invierno, ahora que el invierno ya es historia, o, imagino todo, ya puestos a decirlo sin el pudor del rumor que nos llega como una brisa, que el invierno, su invierno, se niega a ocultar sus más íntimos azules sabiendo que ella estaba allí. Y la busca.
Dirán que existe una foto de todo . No lo puedo afirmar ni negar. La única foto que conozco, y que ahora publico, es un retrato de ella, un fiel retrato de ella. Como pueden comprobar.
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