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el mundo fragmentado

La patria da saliva

ARCADI ESPADA

Es explicable que el mensaje de los socialistas catalanes contra el Partido Popular se entienda como una agresión. Los socialistas, y no sólo los catalanes, tratan a la derecha del modo que les han enseñado a hacer los nacionalistas. Es un modo cuya palabra clave no es el «no», sino el «¡fuera!». Si yo tuviera edad, me afiliaría de inmediato al PP, como escudo humano. Creo que es una noble propuesta para la juventud idealista. Los métodos nacionalistas del socialismo catalán no se traslucen tan sólo en esa parte del mensaje que afecta directamente al Partido Popular. Donde el método deslumbra con más intensidad es en el obsceno contra Catalunya que incorpora. «El PP usará tu no contra Cataluña» tiene, al menos, dos sentidos: la evidencia de que la derecha hará política anticatalana con los votos negativos; pero también, por contagio (especialmente fácil de producirse dada la lengua sioux en que está redactado el eslogan), el que resulta de la cadena «no contra Cataluña», donde el voto negativo queda magnéticamente estigmatizado como un voto contra Cataluña.

Nunca habían llegado tan lejos los socialistas. Uno de los ejes recurrentes de su política fue la acusación a Pujol de que se había apropiado de Cataluña. En este sentido, los socialistas llegaron a exigir del presidente que no se autotitulara, como lo hacía, cada vez con más frecuencia, «presidente de Cataluña» y respetara ese distanciamiento democrático que incorporaba el atributo «de la Generalitat». La propia palabra «Cataluña» nunca apareció particualrmente enfatizada en sus mensajes electorales.Preferían otras: «futuro». Y, oh là là!: «Izquierda». Así fue, exactamente, hasta el año 2003, donde los socialistas se colgaron de un eslogan que aventuraba lo peor: El canvi per Catalunya, donde la preposición per fue, desde el primer momento, más por que para, es decir, más esencia que servicio.

Sin embargo, el paso definitivo acaban de darlo ahora. Y ni siquiera puede decirse que les hayan forzado a darlo las obligaciones tripartitas, que es el argumento que han utilizado hasta ahora para justificar lo que -bien claro se ve- no son otra cosa que sus más profundos (y tan mal ventilados) sentimientos. Este eslogan, que con beocio e impudoroso orgullo mostraba uno de los funcionarios socialistas a la prensa, supone el ansiado clic retórico con que culmina un proceso. Ya son lo que quisieron ser (agentes y no pacientes) desde que les cayó el fundacional salivazo -resbalaba lento y espeso sobre la americana del largo Obiols- en las puertas del Parlament, en los días de Banca Catalana. Desde aquella tarde, bajaron la cabeza y empezaron a salivar en silencio. Pero no fue hasta ayer cuando la cosa cogió forma y vuelo en su boca.

(Coda: «Un tiempo donde fue muy difícil ejercer la razón crítica, porque toda crítica real fue tomada siempre como una crítica contra Cataluña; porque esas dos palabras, contra Catalunya, justo esas dos palabras, fueron la moral de ese tiempo». Popular.)

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