Venecia, escaparate del arte contemporáneo
El Palazzo Grassi exhibe la colección Pinault
El museo veneciano acoge 200 obras del impresionante fondo perteneciente al magnate francés
OCTAVI MARTÍ - París
François Pinault, el propietario de la FNAC, de Printemps, de Gucci, Yves Saint-Laurent, de los viñedos de Château-Latour, de la casa de subastas Christie’s, del semanario Le Point, del equipo de fútbol de Rennes, del teatro Marigny en París, ha decidido hacer pública su pasión secreta: el coleccionismo de arte contemporáneo. Y lo hace en el veneciano Palazzo Grassi, del que es propietario de un 80% desde mayo de 2005. El edificio, que entre 1983 y 2005 perteneció a la Fiat, fue el escaparate del mecenazgo del industrial Gianni Agnelli. A éste le sucede, signo de los tiempos, el financiero Pinault, que, como los Grassi, que en el año 1748 ordenaron la construcción del palacio, hizo fortuna en el comercio de madera. Son muy pocas las personas que han visto la colección particular de arte contemporáneo de Pinault que, según parece, consta de más de 2.500 obras, todas ellas realizadas entre 1945 y hoy mismo. El punto de partida fue una tela de un nabi, Paul Sérusier, "un posimpresionista japonizante que compré porque era de la misma región que yo", la Bretaña, "pero también porque me pareció una obra muy bella. La guardo para mostrar de dónde partí y cómo mi mirada ha evolucionado", dice Pinault.
Entre el 30 de abril y el 1 de octubre, podrán verse en el Palazzo Grassi casi 200 obras de la colección, pertenecientes a 49 artistas. La muestra lleva como título Where are we going? (¿Adónde vamos?), un interrogante al que parece responder una composición de Piotr Uklanski que no es otra cosa que la calavera termografiada del propio Pinault subrayada por dos tibias cruzadas, como una bandera pirata. "Es una buena respuesta a la pregunta de la exposición", afirma un sonriente Pinault, satisfecho de ser el protagonista de esta vanitas contemporánea.
La tradición quiere que los millonarios ennoblezcan su dinero devolviendo parte de lo ganado a la sociedad en forma de mecenazgo social o artístico. Pinault se embarcó en la aventura del arte contemporáneo en 1990, cuando un mondrian de 1925 le hizo perder la cabeza y desembolsar 6,5 millones de euros. Luego ha reorientado sus preferencias, compaginando la atracción por el minimalismo con la exuberancia pop. "Sin duda hay que relacionar mi entusiasmo por el minimalismo de Donald Judd o Carl André con una búsqueda espiritual. Rothko creó una pintura de recogimiento interior, de meditación. La idea es que deberíamos guardar sólo lo esencial. Pero la vida es también otra cosa y yo soy demasiado curioso para encerrarme en una sola escuela". Y ahí están los warhol, rauschenberg o koons para abrir juego.
Nadie sabe lo que valen -monetaria y artísticamente hablando- las obras acumuladas por Pinault. Él, como propietario de la casa de subastas Christie’s, debería saber algo sobre la cuestión pero prefiere dejar caer: "No sé nada de cuál puede ser el valor de esas obras dentro de un tiempo y soy indiferente al tema". Es difícil creer que gente como Koons o Haring puedan mantener una cota que aparece artificialmente hinchada pero eso no impide reconocer el gran nivel de exigencia del conjunto reunido por un hombre que establece un puente entre la compra de arte y la de empresas: "Hay que saber estar al acecho".
De entre los 49 artistas presentes, un solo español, el catalán Antoni Tàpies, de quien se exponen dos obras, de 1957 y 1962, junto a las de los italianos Manzini y Fontana o el francés Soulages. "La nacionalidad no es un criterio en arte", dice Pinault, que sólo presenta a tres compatriotas: el ya citado Pierre Soulages, Bernard Frize y Pierre Huyghe. Su colección incluye otros grandes nombres francófonos, de Martial Raysse a Christian Boltanski pero ésos esperan su turno para ser presentados a la vera del Gran Canal, lejos, muy lejos, de la isla Séguin, en la francesa localidad de Billancourt, que debería haber sido el primer destino de la colección si la burocracia gala no hubiese fatigado a Pinault. La burocracia o el fisco, avanzan las malas lenguas. En cualquier caso, para calmar las críticas que le pueden llegar desde su país, Pinault se dispone a abrir en Lille un local dedicado permanentemente a la creación videográfica.
La programación del Palazzo Grassi, rehabilitado por Tadeo Ando, no se limitará a satisfacer la vanitas de su propietario sino que también atenderá a otros intereses. En noviembre de este año se presentará Picasso, la alegría de vivir 1945-48, y para la primavera de 2007, una revisión de las utopías enterradas por la triunfante economía de mercado: Europa 1967 o el arte contra la división en bloques enfrentados, el capitalista contra el comunista. Luego vendrán Arte povera -Pinault posee una muy buena colección de dicho movimiento- y Roma y los bárbaros para la primavera de 2008. Esta última, que pondrá en relación el arte del bajo imperio romano con los flujos migratorios, conectará de manera clara con parte de la actividad seguida durante la época Fiat, cuando etruscos, mayas o celtas compartieron protagonismo con movimientos como el futurismo o personalidades como Salvador Dalí.De entre los 49 artistas presentes, sólo hay un español, Antoni Tàpies, de quien se exponen dos obras de 1957 y 1962
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