Blogia
el mundo fragmentado

25 de octubre de 2006

25 de octubre de 2006

El día 30 de octubre se cumplen 50 años de la muerte de Pío Baroja. Aquella biografía, o tratado sobre Baroja, de Miguel Sánchez-Ostiz, escritor navarro que ha estudiado la figura de Baroja de manera notable y en diversas ocasiones , me descubrió un detalle, entre otros muchos, sobre la muerte del escritor vasco (¿vasco?). Perdida la cabeza por una enfermedad cuyo nombre no recuerdo, Baroja interrogaba continuamente a quienes se le acercaban sobre cuándo sería enterrado. Pensaba Baroja que ya había muerto, que estaba muerto, y le resultaba extraño que no le enterraran. Así pasó los últimos días de su vida : hablando desde el convencimiento de su propia muerte y la extrañeza de su propia vida.

¿Puede existir una manera más literaria de morir?

De la literatura de Baroja me atraen sus libros autobiográficos y me cansan sus novelas, aunque el detallismo autobiográfico no sea más que otra forma de novelar. Baroja describe muy bien los ambientes en donde vivió, las calles por donde paseó, sus casas o  lugares de trabajo, así como los personajes que llenaron su vida y que pasaron a formar parte de  muchas de sus novelas.

La Comunidad de Madrid programó durante los meses de septiembre y octubre cuatro itinerarios barojianos por la capital bajo el título de Baroja, kilómetro cero : Silvestre Paradox (Itinerario 1); Eugenio de Aviraneta (Itinerario 2); Aurora roja (Itinerario 3); El árbol de la ciencia (Itinerario 4).

Personaje curioso que renegó de su origen ( aunque volviera sobre él en muchas ocasiones) que amaba Madrid en la misma medida que amaba la vida : de una forma contradictoria y triste. Sería muy penoso que en su tierra de nacimiento se olvidaran de él por el terrible delito de ser un escritor *español*, como le llamó un cura del lugar.

0 comentarios