El Aleph, el maravilloso cuento de Borges que comienza con estas maravillosas palabras: La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios.
Un espíritu demoníaco me dictó la idea de someter ese texto a la acción de uno de los tantos traductores automáticos que pululan en Internet. Primero lo hice traducir del español al inglés: The burning morning of February in that Beatríz Viterbo died, after an imperious agony that was not lowered a single instant neither to the sentimentality neither the fear, I noticed that the billboards of iron of the Square Constitution had renovated I don't know what warning of blond cigarettes.
Luego, (con su misteriosa y ya inextinguible tilde en Beatríz) del inglés al alemán: Der brennende Morgen von Februar in diesem Beatríz Viterbo starb, nach einer anmaßenden Qual merkte, die keinen einzelnen Augenblick weder weder zur Gefühlsseligkeit die Angst heruntergelassen wurde, ich, daß die Reklametafeln von Eisen der Quadratischen Verfassung renoviert hatten, weiß ich das nicht was das Warnen von blonden Zigaretten.
Del alemán pasó al francés: Le matin brûlant du février dans ce Beatríz Viterbo est mort, après un supplice prétentieux, qui n'a pas ni ni été baissé un instant seul au sentimentalisme la peur, j'ai retenu, que les panneaux publicitaires de fer de la constitution carrée avaient restauré, je ne le sais pas à ce le fait d'avertir de cigarettes blondes.
Del francés al italiano: La mattina cocente del febbraio in questa Beatríz Viterbo è morta, dopo un supplizio pretenzioso che non ha né né avuto calato un istante solo al sentimentalismo la paura, ho trattenuto, che i cartelli pubblicitari di ferro della costituzione quadrata avevano restaurato, non lo so a questo il fa di avvertire di sigarette bionde.
Y, por último, del italiano al español: La mañana ardiente del febrero en este Beatríz Viterbo ha muerto, después de un suplicio pretencioso que no tiene ni ni ha bajado un instante solo a la sensiblería el miedo, he retenido, que los carteles publicitarios de hierro de la constitución cuadrada restauraron, no lo sé a este el hace de advertir de cigarrillos rubios.
Las lenguas, sin los cuerpos que las acaricien, son naturalezas muertas. |
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