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el mundo fragmentado

25 de julio de 2006

25 de julio de 2006

Soy, en primer lugar, un hombre que desde la juventud ha sentido profundamente que la vida más fácil es la mejor.

Quien así habla es el jefe de Bartleby. Bartleby, el escribiente, es una obra maestra de la literatura.


El narrador de la historia es un hombre felizmente asentado en su rutina, un hombre pusilánime que ha encontrado la seguridad en la invariabilidad de su mundo. No tiene grandes ambiciones ni mucho carácter, pero se las ha ingeniado para sobrevivir decentemente con dos amanuenses y un aprendiz.

En ocasiones confundimos la rutina con la normalidad. El jefe y los compañeros de Bartleby están dentro del sistema, podrían ser considerados “normales”, (si es que esa palabra definiera algo con exactitud): mantienen sus empleos y viven de ellos. ¿Cabe imaginar un trabajo más rutinario que el de un copista de documentos legales? El jefe de Bartleby es un hombre cobarde e influenciable que se encomienda a la prudencia en lugar de tomar decisiones. Serio problema para un jefe. Y sus empleados cumplen mal que bien con la rutina laboral, aunque gracias a la falta de autoridad del dueño de la empresa, han creado otra rutina paralela, que no es otra que la de mostrarse tal y como son a determinadas horas del día.

Estos cuatro peculiares personajes han aprendido a tolerarse y viven instalados en una cómoda rutina que Bartleby viene a romper.

Al principio Bartleby parece el empleado perfecto, pero las cosas se complican cuando su jefe le solicita que coteje unos documentos y él declina amablemente: Preferiría no hacerlo.

Su jefe en ningún momento se enfrenta con él, su miedo y su bonhomía le impiden ponerle de patitas en la calle y Bartleby sólo necesitará decir esa frase para que le dejen en paz, lo que enrarecerá el ambiente entre los otros empleados, que han de hacer todo lo que él se niega a hacer.

Un domingo, el jefe descubre que Bartleby tiene llave de la oficina y vive allí permanentemente. También se muestra incapaz de solucionar el asunto. Y cuando la situación llega a un límite intolerable (Bartleby se niega hacer también el trabajo de copista), el narrador llegará a la conclusión de que Bartleby es la obra de caridad que le envía el destino, y su copista, de eternos brazos caídos, mirada perdida e ininterrumpidos silencios, pasará a formar parte del paisaje rutinario. El jefe se acostumbrará a él, pero no así los clientes y los colegas, que insistirán en que Bartleby conseguirá arruinarle.

No le quedará más remedio que mudarse, pero aun así heredará el problema y vistará a Bartleby cuando esté en la cárcel, donde morirá de inanición porque prefiere no comer.

Varios son los méritos de Melville en esta obra. El ambiente escogido: un despacho de abogados en el que casi todo el trabajo recae sobre unos hombres que se limitan a copiar papeles. También la elección del narrador es muy inteligente, porque gracias a él el lector tiene más mimbres para analizar la situación: el jefe nos describe su pequeño mundo como si éste fuera un oasis de paz, pero el lector puede entrever que la normalidad y la rutina que pretende mostrarnos no son tales. Somos testigos de sus reflexiones y de la angustia que le provoca la actitud de Batlerby, cuando el narrador nos habla de prudencia, el lector fácilmente verá cierta dosis de cobardía.

Melville ha creado unos personajes geniales que nos inquietan, porque Bartleby viene a romper una rutina que no es otra cosa que un absurdo: varias personas encerradas en un despacho durante muchas horas haciendo nada gran parte del día. Las vidas hipotecadas por trabajos monótonos.

Melville podría habernos contado la historia desde el punto de vista alucinado de Bartleby, pero ha escogido al jefe porque este es un personaje transparente, que se tiene por hombre decente y bueno, es decir podría pasar por una persona “normal”, lo que le da a Melville mucho juego, toda la tensión del relato recae sobre los hombros del pobre hombre, que es incapaz de enfrentarse a sus empleados. Cuando nos habla del momento en el que trató de convencer a Turkey de que sólo trabajara por la mañana, ya tenemos un anticipo de lo que podemos esperar: sus empleados trabajan como y cuando ellos deciden.


Y por supuesto, no hay que olvidar la importancia que en esta obra tiene la historia que nos cuenta en sí: Bartleby, que es el inadapatado, viene a desmontar la coartada de las personas normales, que construyen pequeños universos a los que se acostumbran, que creen que sus rutinas son seguras. Y sin embargo, serán atacadas por cualquier desconocido que quiera ejercer una absoluta libertad sobre sus actos.

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