19 de abril de 2006
Está muy bien construir un Estado. Contemplar las señas de identidad que definirán la temporada primavera-verano de nuestras patrias pútridas. Tampoco es moco de pavo conseguir que quien te apunta con una pistola se lo piense dos veces antes de mandarte con Caronte a tomar viento fresco. Todo ello, y más, forma parte de las primeras páginas de la Historia, esa puta que suele acostarse con el primero que le muestra la cartera llena de billetes o de ideas raras. Vale, debe ser así. Lo admito.
Pero también, que puedas conseguir darte de baja de un teléfono, móvil o fijo, con la misma facilidad con la que te dieron de alta. La relación del ciudadano con las compañías telefónicas comienza a ser teológica. Apostatar de tu contrato telefónico es un trámite no previsto en las verdades eternas del capitalismo último y los santos evangelios. Y la Conferencia Episcopal sin definir su postura en esta hora tan complicada.
Lo más parecido al compromiso histórico es un contrato de teléfono actual. Hace falta ya una democracia-cristiana corrupta que nos permita cambiar de teléfono sin pecar y que administre legalmente a la compañía telefónica seguir robándonos sacramental y fervorosamente. Como Dios manda.
2 comentarios
betelgeuse -
Mnemosine -
Es un sugerencia