2 de Marzo de 2006
Ese personaje que mostramos a cada segundo, tan cambiante, mísero en ocasiones, generoso en días de fiesta, según el paisaje y el decorado, como un teatro chino que acumulara sombras a nuestro paso, ese personaje múltiple y mostrado, como una santa, se enfrenta a las pruebas que le sometemos con notable indiferencia, probada profesionalidad y éxito reconocido. Triunfante siempre.
No veo mal que el personaje busque sus propias ropas en los armarios más escondidos, que nos sorprenda traicionando nuestras propias palabras o que enseñe su cara más cruel cuando argumentamos generosidad o piedad. O que ante el grito necesario dibuje una carcajada. No, no lo veo mal. Me divierte.
Yo le observo y, como un escaparate en una calle perdida, le dibujo un campo amplio donde pueda actuar con total libertad. Soy su director de escena.
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