Como Agua del Cielo de Carver
En 1988, cuando Raymond Carver se había convertido en el mejor cuentista vivo del mundo, se murió. Estaba en su mejor momento porque había dejado de beber, tenía una estimulante relación amorosa con la poeta Tess Gallagher, y hasta le condecoraban las universidades que en otros días le habrían escupido a la cara por borracho y desdichado. Le llegó la muerte cuando todo por fin le iba bien, quizá demasiado bien. Sus numerosos admiradores creyeron que era el punto final, que todo había ya terminado, que no habría ya nunca más cuentos del genio. En uno de los relatos de Tres rosas amarillas, su volumen de cuentos póstumo, podía leerse: "Se ha ido y nunca volverá. Punto final. Nunca jamás". El narrador de este cuento hablaba de esta forma porque había perdido a su mujer las rupturas de matrimonio eran uno de los platos favoritos de Carver , pero yo me acuerdo de haber leído esas líneas como si fueran la crónica de su muerte, anunciada por él mismo. Este tipo de lecturas trágicas de Carver era muy habitual, por aquellos días, entre sus desolados admiradores. "Se ha ido y nunca volverá. Punto final". Nadie parecía acordarse de que las viudas siempre encuentran carpetas.
Cuando se cumplían 10 años de su muerte aparecieron en unas carpetas "como agua caída directamente del cielo", nos dice Tess Gallagher cinco relatos inéditos, tres en la casa de Port Angeles, en Washington, donde Carver vivía y murió, y dos entre los papeles de la colección William Charvart de la biblioteca de la Universidad de Ohio. Los relatos hallados en la carpeta casera fueron publicados en la revista Esquire por Jay Woodruff, que había colaborado en el descubrimiento de los manuscritos. Y uno de los relatos encontrados en Ohio fue publicado en la revista Granta. Los cinco aparecen ahora en un solo volumen con el título genérico del quinto y último de los relatos, Si me necesitas, llámame.
Los cinco cuentos tienen el mismo gran nivel literario de otros relatos del autor, de modo que no son en ningún caso los restos de un festín. De hecho, el libro contiene más de una obra maestra, pienso en el primero y el quinto relatos. Es, por otra parte, un volumen algo distinto a los otros libros de cuentos de Carver, ya que contiene ciertos detalles novedosos, como por ejemplo la inédita hasta ahora carga autobiográfica de alguno de los cuentos, muy especialmente en Leña, que a pesar del tema tratado el drama de una sequía literaria carece de la habitual angustia carveriana, que es un matiz también visible en el resto de los cuentos, otra de las novedades de este volumen.
En Leña, el protagonista parte un camión de leña con la esperanza de que le ayude a superar el alcoholismo, la ruptura de su matrimonio y su sequía creadora como escritor, ya que no pasa nunca de la primera fase de su novela, una frase que le parece una solemne estupidez: "El vacío es el principio de todas las cosas".
¿Qué queréis ver? y Si me necesitas, llámame, los relatos encontrados en Ohio, tratan de rupturas de matrimonios y en ambos se repiten, casi literalmente, situaciones ya tratadas en anteriores cuentos del autor en Conservación y en Caballos en la niebla, respectivamente , lo que explicaría que, por su condición de borradores, estuvieran en Ohio, aunque es de aplaudir que hayan sido publicados, sobre todo porque Si me necesitas, llámame es una obra maestra, infinitamente superior a Caballos en la niebla, en mi opinión un relato imperfecto por su trazo cursi.
En Vándalos encontramos un desenlace sorprendente y genial y muy distinto de los habituales finales del escritor. En este cuento, Carver parece haber operado con un procedimiento narrativo inverso al que acostumbraba a utilizar. Es la profunda carga psicológica la que nos traslada a la realidad pura y dura, y no al revés, como en tantos otros cuentos suyos. Hay en él, por otra parte, una búsqueda de una mayor complejidad narrativa, lo que nos permite especular con la posibilidad de que se hubiera hartado de que se comparara su estilo seco y lacónico con el de Hemingway y hubiera decidido mandar a paseo la "dignidad de los icebergs" para acercarse a su más profunda y verdadera familia literaria: la de las baladas de los cazadores solitarios de Faulkner, Mac Cullers y Flannery O'Connor, las voces de la escuela del Sur.
Enrique Vila-Matas
0 comentarios