6 de Marzo de 2006
Si hay algo que retrata el espectáculo político de los tiempos que vivimos es una tertulia política en la televisión. Los tertulianos, personajes allí colocados para que la acción dramática progrese, repiten mecánicamente el rol pactado, como una consigna, incapaces de mostrar un mínimo nexo entre sus frases subordinadas. El tertuliano es un actor de titulares malos escrito por malos guionistas: no aporta nada al debate, carece de iniciativa y, preferiblemente, son escogidos por el grado de su estupidez , proporcional al volumen de su voz. A esa tele pornográfica en horario infantil le llaman libertad de expresión, pero lo que el espectador medio desea es que sus ideas, cosidas con alfileres, le permitan llegar a un éxtasis intelectual con la ayuda de algunas escenas macabras, varias repeticiones mecánicas y algún tamaño que le haga olvidar su vacío intelectual.
El espectáculo televisivo de la tertulia política es pura propaganda de lo políticamente correcto. Sería suficiente encontrar a un tertuliano que reconociera públicamente su ignorancia para que todo el espectáculo se diera por finalizado. Definitivamente. Por higiene pública.
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Mnemosine -