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el mundo fragmentado

Juan José Millás

La pasión por la sinopsis

El sueño del hombre es tener concentrado mucho poder en un espacio muy reducido. La caja fuerte responde a ese ideal, lo mismo que el mando a distancia. En la primera, por pequeña que sea, cabe un diamante con sus dólares; con el segundo, puede uno viajar de una película de vaqueros a otra de ciencia?ficción sin abandonar el sofá. Hay un cuento de Borges, El Aleph, donde se habla de un punto en el que sucede de forma simultánea todo lo que en la realidad se nos muestra sucesivamente. Y en los bancos tienen una habitación con las paredes llenas de monitores para contemplar al mismo tiempo la actividad de cada una de las dependencias del edificio entero. La más alta expresión de esa forma de poder es el botón nuclear, con el que te puedes cargar medio planeta utilizando un dedo. Tenemos tendencia, en fin, a la sinopsis.
Acabo de leer un artículo sobre el poder curativo de las plantas de los pies. Según su autor, en ese breve espacio corporal está contenido todo el organismo, con sus vísceras y sus vesículas, sus bacinetes y sus fosas. De manera que si tienes problemas con el bazo, pongamos por ejemplo, basta manipular la zona del pie correspondiente a ese órgano para acabar con el dolor. Visto así, el pie se convierte en una especie de mando a distancia a través del cual se podría activar cualquier órgano, desde los pulmones al riñón, o desde los intestinos al páncreas, sin más esfuerzo que el de ejercer una presión sobre la zona que corresponda. Bueno.
Todo esto tiene mucho que ver con el pensamiento mágico, desde luego, al que son tan dados los pueblos primitivos y los niños. Todavía hay mucha gente convencida de que la nuez es buena para el cerebro porque se parece a él, y los dátiles excelentes para los dedos de los pies por la misma razón. Excuso referirme a las frutas de aspecto indecente o impúdico, que son muy numerosas, y pregunto a quien corresponda a qué zona del cuerpo podría representar el hesperidio, que se divide en gajos, como la angustia (y la naranja). Todo esto es muy bonito, en fin, muy literario; la pena es que sea mentira, como la quiromancia; otro sueño según el cual la existencia de un hombre cabe en la palma de la mano. A mí me la han leído muchas veces porque me gusta observar el ejercicio de concentración de la bruja, pero sé que jamás hablan de mí, sino de otros cuyas biografías voy anotando con escepticismo en mi diario para calcular cuántos puede llegar a ser uno al final de su vida.
En fin, que la tendencia a la sinopsis, al esquema, al resumen, está bien para algunas cosas, pero resulta fatal cuando devine en una forma de pensamiento. Y ahora la gente razona mucho así. Personalmente, me hace gracia, excepto cuando se trata de mi salud. No soporto a los médicos que presumen de observar el funcionamiento de todo el cuerpo a través del iris de los ojos, ni a los curanderos que les basta con olfatearme las plantas de los pies. Me gustan los rayos X y las resonancias magnéticas porque no tienen nada de mágico. Y es que yo, doctor, a diferencia de otros, quiero curarme. Dígame la verdad, ¿tengo algo grave?

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