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el mundo fragmentado

18 de diciembre

La impotencia de que siempre sean los mismos quienes paguen con la dolorosa carga de la ley del mercado. Era un empresa, dicen, como si con ello afirmaran algo más que su impotencia de políticos. Miles de personas, la mayoría emigrantes, clase baja-baja, después de muchos sacrificios, habían conseguido un billete de avión para pasar las navidades con los suyos, en su tierra. Acudían a la llamada de una compañía de bajo coste, de las que han proliferado por España al amparo de una normativa al uso, bien legislada para sus intereses, y un Ministerio de Fomento muy relajado en su vigilancia. Ahora, las autoridades, les contarán el cuento de caperucita y les repartirán polvorones por las terminales de los aeropuertos a todos los vaijeros, pero el empresario propietario de la compañía seguirá con su estafa allí donde le dejen sin mayores problemas y los ciudadanos estafados se joderán, una vez más, se joderán. Y van...¡Qué asco!

La disonancia de este gobierno. Frente a un discurso muy de izquierdas, una puesta en escena casi radical,nos encontramos con medidas económica y sociales (cuando existen) neoliberales. No hablo ya de la impotencia para verbalizar el problema de la vivienda o la inseguridad en el empleo, por ejemplo, me refiero a algo tan simple como los acuerdos Iglesia-Estado o la presencia de la asignatura de religión en la escuela pública. Sirva que la economía es complicada, pero en materia de libertades  la izquierda no debiera pactar nunca con el enemigo. Y la Iglesia es el mayor enemigo de la verdad, desde hace 2000 años.

Israel ya tiene lo que pretendía: una guerra civil en Palestina.

Estando yo en la mi choza / pintando la mi cayada, / las cabrillas altas iban / y la luna rebajada..." Estos son los primeros versos del romance anónimo La Loba Parda, que Francisco Giner de los Ríos escuchó a un pastor de la Sierra de Guadarrama a finales del siglo XIX y que se convirtió en uno de los símbolos, más de 30 años después, de las Misiones Pedagógicas. Ideadas por el propio Giner de los Ríos en torno a la Institución Libre de Enseñanza, y después de varias décadas de intentos, propuestas y experimentos, las Misiones Pedagógicas llegaron con la II República, de la mano de Manuel Bartolomé Cossío, para convertirse en una de las iniciativas más revolucionarias de impulso de la educación y la cultura que se hayan hecho jamás.

En camioneta, en burro o a pie, los misioneros, entre los se contaban grandes intelectuales y artistas como María Zambrano o Luis Cernuda, llevaron a los pueblos más escondidos de la geografía española bibliotecas, música, teatro o cine. Pero también, y sobre todo, los mejores profesores de la República apoyaron y asesoraron a los maestros rurales. También llevaban a cuestas el Museo del Pueblo, con copias de los cuadros más importantes de la escuela española, realizadas, entre otros, por Ramón Gaya. Él mismo, junto con otros como Cernuda o Antonio Sánchez Barbudo, era el encargado de hablar de los lienzos. "Lo principal es que sientan que todo ese patrimonio también es suyo', les decía Cossío.
Hoy, los más viejos de los pueblos aún recuerdan aquellas misiones que querían llevar hasta el último rincón la modernidad y el espíritu crítico y que fueron cercenadas como tantas otras cosas por la Guerra Civil. Pero además, su huella ha pervivido en la obra de Zambrano, Sánchez Barbudo y muchos otros intelectuales "cuyo pensamiento no se puede entender sin aquella experiencia". Porque aquel fue un camino de ida y vuelta, no sólo llevó a los pueblos todo aquello, sino que "descubrió una España inédita, desconocida en las ciudades", añade. Una España que se podrá redescubrir, a partir del jueves en la Residencia de Estudiantes de Madrid (calle del Pinar, 21-23, Madrid).

 

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