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el mundo fragmentado

29 de octubre de 2006

29 de octubre de 2006

Para comprender la verdadera naturaleza de la ignominia de la actual derecha con el llamado *proceso de paz*, sólo es necesario ir a la hemeroteca y buscar lo que editorializaban en 1.998, cuando la anterior tregua, con Aznar en la presidencia del gobierno. No quito ni pongo coma a lo escrito por El Mundo a las 24 horas de que ETA declarara iniciada la tregua de 1998. Sólo me viene a la mente esa utilización actual del lenguaje en donde todo cuanto hace el socialismo es *traición* mientras que lo realizado en su momento por el PP fue sólo un *error*. El socialismo *traiciona* a España y la derecha se equivoca, a veces, *desde* España. Ya ven el titular: La tregua, un éxito de los demócratas. Pocos días después, recuerdo que con mucha ansiedad, aquel escrito de Pedro J. en su periódico donde dejaba ver la posibilidad de que Aznar pasara a la Historia de España como el pacificador que terminaba, ahora sí definitivamente, con el franquismo.Ya ven.

Por cierto, en cuanto al término *proceso de paz*, es necesario recordar que en aquella tregua, tan gratamente saludada por todos, las informaciones de ABC sobre el tema, todas las informaciones, absolutamente todas las informaciones, sin posibilidad al error, fueron precedidas con un antetitular : el proceso de paz. Entonces sí estaban claros los términos y las necesidades. El líder cósmico dice ahora que sólo se trataba de hablar, que él nunca negoció. Mejor leer sus propias mentiras, pues el personaje es un mentiroso compulsivo como dejó claro cuando la guerra de Irak. Pasen y vean lo que decían sus escribas y comparen con sus actuales proclamas.

EDITORIAL

La tregua, un éxito de los demócratas

Conviene que nadie se engañe: si ETA decidió ayer declarar una tregua indefinida, es porque las fuerzas democráticas, y el propio Estado, le han hecho bajar -ya veremos hasta qué punto- a tierra. Es un éxito de la firmeza de las fuerzas democráticas, más sólida de lo que a veces podría suponerse. Y es, también, sin duda, un éxito de la acción policial y judicial.

Es un éxito del Gobierno y de su partido, que han sabido golpear y encajar. Golpearon liberando a Ortega Lara. Golpearon consiguiendo una muy amplia colaboración del Ejecutivo francés. Golpearon reafirmando la eficacia de las Fuerzas de Seguridad. Y encajaron con firmeza los golpes que les vinieron encima -asesinatos de concejales, agresiones sin cuento- sin ceder a la tentación de la guerra sucia. Seguro que, a medida que pasen los días, Mayor Oreja podrá ir capitalizando el mérito de haber llegado a este punto.

Podrá parecer paradójico a más de uno, pero es forzoso reconocer que esa labor ha sido complementada por la de los partidos nacionalistas, que, entretanto, han logrado demostrar al llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco que tenía otro camino abierto, perfectamente transitable: el de la labor política pacífica. A ellos les corresponde también una parte apreciable del éxito.

Finalmente -pero no, ni mucho menos, en último lugar-, la tregua es un éxito de la mayoría de la sociedad vasca, que ha dado la espalda a ETA. La falta de respuesta del pueblo vasco a sus últimas convocatorias -en relación al encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB, al cierre de Egin, etc.- no han pasado desapercibida a nadie. Tampoco a ETA.

Aún es pronto para evaluar el grado de solidez de la tregua. Pero las víctimas que ahorre serán un activo indiscutible de la firmeza de los demócratas. Sería una estupidez dejarlo de subrayar.

Joaquín Almunia afirmó ayer que quiere reunirse con el presidente del Gobierno para discutir «entre demócratas» la nueva situación que se ha creado. Es una propuesta razonable: se ha puesto en marcha en el País Vasco una dinámica acelerada y confusa, que ha pillado a contrapié tanto al PP como al PSOE. Es necesario que los dos partidos más influyentes en toda España examinen el estado de la cuestión y traten de fijar el campo de sus acuerdos. Aznar debe aceptar la iniciativa y realizar el contacto en cuanto regrese de América Latina.

Arzalluz ha propuesto que la Mesa de Ajuria Enea estudie el acuerdo de Estella -telón de fondo de esta tregua-, convencido de que éste no se aparta del marco fijado por el Pacto para la Pacificación y Normalización de Euskadi. La iniciativa de Arzalluz ha sido mal acogida por el PP y el PSOE. Es cierto que el PNV ha jugado a menudo con las convocatorias de la Mesa de Ajuria Enea con fines partidistas. También lo es que el lehendakari está facultado para decidir cuándo convoca esas reuniones. Pero, más allá de estos problemas, relativamente secundarios, está claro que, en las actuales circunstancias, los partidos democráticos vascos deben reunirse y poner sus cartas boca arriba.

En la realidad actual vasca se entrelazan varios escenarios. De un lado, el de la eventual negociación destinada a poner fin para siempre a la violencia terrorista, y cuyo punto de arranque puede ser esta declaración de tregua indefinida por parte de ETA. Del otro, el de la cada vez mayor coincidencia entre los partidos nacionalistas -con el respaldo de CiU y BNG- para cuestionar el modelo de Estado establecido por la Constitución de 1978. Urge tratar cada problema separadamente: las amalgamas no ayudan en nada a la racionalidad.

En cuanto a la tregua de ETA, no se justifican, por el momento, ni la euforia ni el pesimismo. Esperemos y veamos. Examinemos en primer lugar, antes de nada, los términos precisos de la tregua. No hay ni por qué lanzar las campanas al vuelo ni, sobre todo, por qué despreciarla. Una tregua amplia, como la anunciada, no es la solución, pero tampoco una bagatela: como suelen decir los políticos, lo óptimo es, con frecuencia, enemigo de lo bueno. Y que deje de haber muertos es realmente bueno.

A cambio, resulta imprudente y reprobable que el PNV, CiU y el BNG estén aprovechando esta coyuntura, de por sí tan problemática -y tal vez crucial-, para embarcarse en un replanteamiento del modelo de Estado que, para que pudiera ser siquiera admitido a trámite por el PP y el PSOE, debería formularse en otro contexto. Así como el anterior capítulo no encaja en los estrechos confines del electoralismo, éste parece hecho a la medida para la obtención de réditos electorales a corto plazo.

El comunicado que ETA hizo ayer público pretende que la fase que ahora se abre es fruto del «fracaso de la vía autonómica y de las políticas pactistas». Es lógico que se exprese así. Pero lo que ha fracasado, con toda evidencia, es su lucha armada. Tantos más muertos ha puesto hasta ahora sobre la mesa, tanto más cerrada ha tenido la puerta. Es el momento de que todos los demócratas se concierten para ver qué tipo de puente de plata cabe ofrecerle.

1 comentario

Mnemosine -

Así de deleznables son. Hipócritas de la situación que mejor convenga a sus intereses.