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el mundo fragmentado

24 de Mayo de 2006

24 de Mayo de 2006  

Cuando me senté, justo enfrente, ella leía El Ruido y la Furia ,de W. Faulkner, y pensé que podía ser un buen día. Era una edición de bolsillo y me pareció, a primera vista, demasiado gruesa para lo que recordaba de aquel magnífico relato al que tanto le debe Amenábar.

La parada de la línea 53 a esa hora todavía no se ha llenado de madres con hijos camino de los colegios, de hijos sin madres camino de los institutos, de madres y padres sin hijos aparentes camino de los trabajos y de abuelos huérfanos camino de sus correspondientes ambulatorios. Tampoco,  de un resto de saldo difícil de clasificar. Es una hora neutra y corta, pues en quince minutos todos aparecerán y el silencio se habrá terminado.

Así que enfrente de ella, en esos asientos de cuatro donde unos divisan la llegada y otros contemplan la huida pensé que aquel libro era una buena señal y el día podría ir bien. Dos paradas después, a la altura de la plaza de Manuel Becerra, subió otra mujer y se sentó en nuestro *vagón íntimo*. Abrió su bolso y sacó un libro, El Alquimista, y pensé que el día, a pesar de todo, podría traer algún problema, aunque la luz de la mañana y Faulkner pudieran negarlo. Ambas mujeres, sentadas frente a mí, leían sus respectivos libros mientras yo veía aquel díptico de la cultura de bolsillo y dudaba sobre el diagnóstico de la jornada.

A la altura de Goya con Alcalá, un atasco monumental nos dejó atrapados. Ellas leían y yo decidí seguirlas. Saque Interludio Azul, de  Pere Gimferrer, que había comprado el día anterior. Cuando lo abrí, las dos mujeres, en un gesto casi ensayado, se quedaron mirándolo un instante hasta conseguir adivinar su título o autor, o ambos y todo, como yo había hecho con ellas y sus libros minutos antes. Repartidas las cartas de nuestra cultura, los cuatro, incluido el no venal lector de prensa, nos sumergimos en nuestros mundos impresos y el día comenzó a sonar así:

 “¿Qué espero, en la campana de luz dorada y blanca de esta tarde de invierno, en este bar de hotel de un ajado lujo old fashion, como para rodar de nuevo Death in Vence o para que vuelva a suceder lo que no sucedió acaso en Marienbad?”

Yo leyendo lo que fue y ellas adivinando lo que será avanzamos por el día entre palabras hasta llegar a nuestras respectivas metas.

No fue un mal día, creo recordar.

 

 

1 comentario

betelgeuse -

ese vagón íntimo que describe y reinventa podría ser la quinta esencia de toda fantasía eróticoliteraria, o cuando menos la fantasía de toda quintaesencia literaria, un paisaje homenaje, una estación de paso camino de la apoteosis de las palabras